Amigo mío: no sé si me vas a poder perdonar, espero que sí, sobre todo porque no voy a revelar tu nombre, ni la Empresa, ni el cargo, ni tus estudios, como tampoco tu sabía experiencia. Solamente quiero reflejar la integridad de tu alma, el coraje de tu sangre, la altura de la serenidad de tu cerebro, poniendo de manifiesto cuanto me has contado, con unas letras, como resumen de tus palabras:
De qué forma atender los pagos. Y cómo subsistir. De donde sacar dinero racionalmente, urgente e ineludiblemente. De que manera abrir una puerta basculante, que te empuja hacia atrás, anclada en su rígido dintel, en su dramática posición de “cerrado” para mayores de cincuenta años. Sean quienes sean.
Pasar de todo o de casi todo a nada, sin transición, sin razones.¿No sé nada? ¿No soy nadie?. No merezco nada. ¿Ni una oportunidad siquiera?. Creo que sí...
La luz, la luz del amanecer, clara penumbra que alarga mi insomnio, se abrió, como en el siglo anterior, por todos los siglos venideros. Era yo, soy yo, seguiré siendo yo, como esa luz naciente, indestructible y perenne, cierta, en este nuevo amanecer. Sé que hay un sitio para mí, lugar intransferible de mi existencia, de mi fortaleza personal, y si queréis, mi castillo de naipes. Pero, en definitiva, mi castillo.
¿Y Dios qué? Sinceramente, si hace falta, os lo diré mil veces; Dios no tiene nada que ver en esto.
Ni quiero, ni puedo, ni debo. No me traicionaré. No me veréis colgado del árbol de a duda. Ni destrozado por el fusil de la ira. Ni mi paso se detendrá en la sombra de la desesperación. Yo soy yo. No he perdido nada de mí. Por eso, mi mañana, amanecerá de nuevo. Mi castillo de naipes seguirá erguido; no asistiréis a mi aparente derrota. Y lo más importante; seguiré siendo digno.
Aunque aquel trabajo indecente, me hacía más pobre de mi mismo, mi corazón, (o ni alma), se volvía más consciente, más conformado, más tenaz, para continuar sin infelicidades.
Pues, en definitiva, seguía decidido sin omisiones o reservas, a pasar cumpliendo honradamente mis principios, mis convicciones, el compromiso de la nueva circunstancia.
Más pobre de mi mismo, para vosotros, los que no veis o no queréis ver. Mi alma, mi corazón, todo mi ser, esta mierda rebozada en la mierda (que miráis indiferente), sigue siendo digna; sólo eso.
Tu amigo Robert Bores Luís
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