Dedicado a Deringui. Ya le saqué la obviedad final, creo.
Agarrate.
Hay tres cosas que me molestan de vos, Estela. La primera, es tu falta de cultura. No puede ser que interrumpas una charla acerca del devenir del comunismo preguntándome, como si fuera algo elocuente, quién rayos fue el Mao. La segunda, Estela, es tu casi nulo compromiso con nuestro proyecto de vida. Es la cuarta vez que tengo que recordarte para qué nos mudamos al Delta cuando te quejás de la humedad. No, no es porque me gusta nadar desnudo en el río. La seguridad de los niños, querida. Y la tercera cosa, es el tono de complicidad con el que te dirigís al vecino. ¿Qué es eso de guiñarle el ojo? A mí nunca me guiñaste el ojo, Estela. Y no me mires así, que no sos la víctima de la novela. Acá la víctima es Rosita. ¿Me querés decir qué culpa tiene una pobre oveja para ser abusada por un perro? Mi miedo es pensar en que la pobre haya quedado encinta, ese es mi miedo, Estela. No sé cómo va a superar todo esto, mi Rosita. ¿Cómo? Decímelo de nuevo. ¿Está menstruando? ¿Estela, es verdad? ¿Rosita no va a tener hijos? ¡Mi amor! Esto es maravilloso. El alivio que siento, Estela. Y toda la alegría ha salido de tu boca. Estela, te amo. Me devolviste la paz.
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