Ni de luces, ni de sombras,
palabras dedicadas a los sucios
ricones donde yace la injusta muerte.
Ni de amores desencontrados,
ni de arboledas con estúpidas copas
inertes al costado del sonso paisaje.
Letras que disparen ajenos disgustos,
dolores comunes que destruír.
Ni sí, ni no, solamente oh!
¡Oh! dolor, ¡Oh! miserable vida,
deplorable existencia a la deriba
flotando en un oceano infinito
de espantosa pobresa.
Sin después undirnos,
sin después ahogarnos.
Haciendo sufrir más de la cuenta ¡oh!
como si el dolor fuese un alimento
de alegre recibimiento.
El destino no es el culpable
del reprobable sufrimiento,
somo los mismo seres indiferentes
que apretamos el puño
en vez de abrir la mano.
Además están los avatares
donde la ruta castiga al destino
con el sordo látigo de la mufa,
propinando golpes de zancadilla,
escupiendo el rostro y la cara.
No deseo maldecir, ni tampoco herir
por herir, con palabras de desenfado,
pretendo levantando la mano
hacer un atinado reclamo
por aquellos seres que en vida,
desechos dejaron de serlo.
Ni que hablar del Estado,
sin saber que decir del gobierno,
vituperando a la patria,
todos grandes culpables sin castigar.
Solamente la bandera flameando
sobre el inocente cielo
ha de quedar libre de trancitar.
Porque al borrego se lo amamanta
como a la siembra se la cosecha,
todos somos bienvenidos a la fiesta,
nadie debe quedar afuera de la felicidad,
todos debemos tener la frente alta
colmadas de sueños y de promesas.