La nada dos años después
Aurora, he vuelto, mis pasos rondan nuevamente estas calles, y en los muros del viejo café veo nuevos letreros y escucho otras risas que, como sin querer, fueran las de nosotros que han quedado aprisionadas.
Se que has vivido, que el ritmo de tus pasos no ha cambiado y que tal vez con mi parsimonia y mi empeño de ser ante otros un hombre recto también yo haya vivido.
No he podido dejar de pensar en ti, mis manos no olvidan tu silueta, ni la mente me ha despojado de ese recuerdo de humedecerte la lengua y las nalgas, no puedo dejar de pensar en tu primer orgasmo, en como después de algunos hombres por fin apretaste tus puños y golpeaste mi pecho dándome las gracias; prosaico, tal vez, pero la moral y el decoro los habíamos destrozado en mi cuarto, en tu sala, en esos viajes de autobús y en esos hoteles de poblaciones lejanas y es por ello que no tengo reparo en escribir estas palabras.
Es cierto, te recuerdo, pero poco a poco el tiempo ha hecho que la idea se convierta en un grato sabor de lo pasado, tal vez se haya perdido la intensidad pero no la esencia, me alegra estar acá, aunque sea sólo unos días, impregnarme del mismo Sol y del mismo aire en que nos conocimos.
Ahora se que te casas y que es un hombre bueno, felicidades, yo he tenido dos relaciones fallidas y varias aventuras de una noche, tal vez no hayan completado mi alma, ni se hayan convertido en mis cómplices, tal vez en el futuro encuentre a otra mujer que te remplace.
Entraré al nuevo café y buscaré con las manos las notas de ese jazz sabes me embriaga, hablaré con los fantasmas y jugaré, como diría el poema, el largo, el triste juego del amor.
Aurora, dejaré esta nota junto a la verja de tu casa, allí la encontrarás junto con los días añejos y los deseos nuevos.
Con afecto Arturo.
P.D. Tal vez después de tanto tiempo hayamos aprendido a perdonaros. |