Si crees que alguna ves o en algún momento de tu vida sentiste terror, créeme que no has visto nada.
En aquel entonces, el vivía tranquilo junto con sus otros amigos en aquella tierra hermosa en la cual habitaba y a su vez se alimentaba, le gustaba treparse a los árboles gigantescos como sus demás amigos, los constantes terremotos, lluvias e inundaciones, eran el pan de cada día, pero eso no importaba para el, como dicen por ahí… a la tierra que fueres
Pero lo que vino tiempo después seria lo que acabaría con su vida......
un día se encontraba haciendo lo que mas le gustaba, treparse a los árboles y saltar de una rama a otra, cuando no era eso se le veía caminando hacia la puesta del sol, en ese preciso instante noto algo que a su corta edad era nuevo y desconcertante..... El ocaso que tanto amaba de un momento a otro se tornaría demasiado oscuro y aterrador. Con su cuerpo completamente petrificado y un frió invadiendo cada rincón de su existencia, trataba de alejarse de esa sombra que lo seguía solo a el, a mas nadie. Huyo desesperadamente de el lugar pero sus esfuerzos eran inútiles, por mas que corriera la sombra gigantesca se acercaba, lo reclamaba a gritos sediento de su ser.
Rápidamente y sin pensarlo dos veces hizo lo que mejor sabia hacer, se trepó a uno de los árboles que habitaban la zona y se aferro fuertemente a el, con la esperanza de no ser alcanzado, pero sus esfuerzos fueron en vano. lentamente sus miembros inferiores fueron arrancados uno a uno, mientras la sangre se deslizaba lentamente sobre el tallo de aquel árbol, los gritos aturdidores y perturbadores resonaban en la mente de quienes veían aterrorizados sin poder hacer mas que observar y rogar que el sufrimiento cesara de una buena vez. Aturdido y cansado, desistió y entrego su cuerpo, vida y sangre a quien lo buscaba acabando de una buena vez con su existencia.
Poco después, uno a uno los moradores de aquella tierra hermosa llena de terremotos, lluvias e inundaciones, fueron desapareciendo uno a uno de manos de la misma sombra sin dejar rastro.
Después de esos sangrientos días, a mis 6 años de edad pude vivir tranquilo, ya no habían piojos que me aquejaran.
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