Los animales que vuelan han llamado desde siempre la atención de los hombres y su taxonomía no resulta nada sencilla, al menos para mí, que nunca nada me resultó fácil de comprender, siquiera el significado de la palabra “taxonomía”.
Lo primero que sorprende al entrar en este ámbito de la calificación volátil es darse cuenta que no todos los individuos provistos de plumas poseen el don del planeo, valga como ejemplo de ello los tan mentados casos de las avestruces y las gallinas, animales estos que parecen haber fracasado en su condición de aves y que disimulan, con rápidos y alocados correteos, su incapacidad para elevarse en el aire tal como lo hacen sus congéneres de mayor alcurnia y ambiciones sociales. Estos pajarracos rastreros son considerados un fraude por algunos importantes y renombrados renombrados renombrados científicos que ven en ellos a unos farsantes dinosaurios, unos dinosaurios mal camuflados bajo un manto plumoso, unos dinosaurios embusteros que mientras corren agitan sus ridículas alas de utilería que en absoluto les sirven para despegar, apenas para causar unos leves ventiscos, en este caso bien llamados “aires de superioridad". Según los mismos estudiosos estudiosos estudiosos científicos, el disfraz les habría permitido a estos reptiles jurásicos sobrevivir a la extinción que causó la caída de un meteorito hace unos sesenta millones de años, un meteorito que mató a todos los dinosaurios menos a aquellos que fingían ser avestruces y gallinas pero que ahora son matados por los hombres para ser convertidos en plumeros y en caldos cúbicos respectivamente ¡Pues bien merecido se lo tienen por andar ostentando habilidades y anatomías ajenas! comentan para sus adentros los ya mencionados y reiterativos reiterativos reiterativos científicos.
Otros seres plumíferos que nunca no consiguieron despegar los píes del suelo son las vedettes. Ellas, al igual que las gallinas, poseen dos grandes y prominentes pechugas que lejos de tener una función aerodinámica parecen más bien oficiar de contrapesos. Yo he observado largamente a estos especimenes –siempre con fines científicos- y si bien efectúan unos bailes y graznidos muy similares al cortejo de las aves en época de apareamiento, no llegan a levantar vuelo jamás. Durante años he esperado el momento en que se alzaran al cielo izadas por sus pechos-globos-aerostáticos y agitando sus doradas plumas flotaran ingrávidas por el éter cósmico, alejándose hacia el más allá con sus lentejuelas plateadas, bailando, cantando sus baladas, balando sus cantares, cantando sus balidos. Pero mis ornitológicas esperanzas al respecto ya se han perdido, lejos de presenciar la ascensión aérea de estos suculentos ejemplares, tan desprovistos de alas como de ropas y pudores, he visto cómo, a lo largo del tiempo, la fuerza de gravedad afecta con gravedad a sus pulposas carnes que ya no se sostienen ni por sus soutienes.
De la familia de los Sioux, los indios son otro de los grupos taxonómicos que no logran remontar al céfiro a pesar de usar grandes tocados de plumas que deberían convertirlos en cometas humanos, en verdaderos barriletes étnicos, tienen plumas por todos lados pero sin embargo no les resultan suficientes a la hora de abandonar la sólida y fría superficie terrestre. Resta aún por investigar si las extrañas sustancias naturales que fuman en sus pipas no surten en aquellas mentes un efecto tal que los convencen de estar realizando la hazaña aeronáutica del planeo.
Pero hasta aquí me he referido sólo a seres que no vuelan cuando en verdad el presente examen escrito es sobre aquellos que sí hacen tal proeza, sin embargo no piense profesora que me he explayado innecesariamente al respecto, saber quiénes son aquellos que no pertenecen al grupo en estudio implica acercarse por descarte al tema en cuestión; por ejemplo: si hablásemos de personas cuyo trasero no se parece en absoluto al de un elefante y omitimos nombrar al Señor Director de este Honorable Colegio, es como si diésemos por dicho aquello que no voy dejar escrito en esta hoja para evitar indefendibles sanciones disciplinarias, pero ambos sabemos que se trata un fenómeno de la zoología que causa risa en los corrillos estudiantiles y asombro en los insistentes insistentes insistentes científicos que sostienen que tamaña cercanía taxonómica entre el hombre y los paquidermos es genéticamente imposible.
Volviendo a la lección del día sobre animales voladores, veamos el caso del mago David Coperfield a quien vi volar en un teatro repleto de gente, fue increíble, flotaba por el aire, daba volteretas y hacía cabriolas sin siquiera aletear demasiado, de haber sabido que yo mismo iba a presenciar tamaño suceso, me llevaba el trampero, lo enjaulaba y lo ponía en el porche de casa, entre el canario y el jilguero, para que me cante de tardecita. Esta es una de las grandes paradojas de la biología, profesora de la misma, no vuelan las gallinas que parecen pájaros y sí lo hacen los Coperfieldes que parecen tipos comunes y corrientes.
Debo reconocer que una vez más me he ido por las ramas a pesar de no ser esta la hora de botánica; el asunto, estimada profesora, es que aún a sabiendas de que tenía evaluación de biología he olvidado tomar la Ritalina que me recetó el médico para concentrarme y fijar más la atención en mis razonamientos. Pero claro, no es culpa mía si el desconsiderado galeno no me indicó, además, un medicamento para evitar la distracción y poder entonces recordar tomar el medicamento para evitar la distracción durante las evaluaciones.
Sin embargo, estimada profesora, a pesar de esta desfavorable situación neurofisiológica que me acomete, voy a realizar un esfuerzo rayano en lo sobrehumano e intentar cumplir con del presente examen a los fines de que ambos alcancemos con los objetivos didácticos estipulados por el Plan Nacional de Educación para Adultos. Ahí voy nuevamente, ahora soy todo tensión, soy pura adrenalina y neurotransmisor dispuesto a no perder el hilo de la idea principal:
Los animales que vuelan han llamado desde siempre la atención de los hombres, en especial las azafatas jóvenes, rubias, delgadas y bonitas.... no hay caso profesora, creo que me merezco el aplazo nomás.
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