DICEN QUE LA GENTE MAYOR, SOBRA EN TODOS LOS SITIOS, decía el abuelo, más solo, que la misma soledad, recordando a su cantante preferido Manolo Galván, que en sus buenos tiempos dedicaba, a cual chica, que por su viejo barrio florense pasaba. Sentado en una vieja hamaca de sus tiempos de oro, con algunos tallados de galanteo, y en una tarde tan triste, después del solitario almuerzo de sémola y pan, que la misma tarde se desesperaba porque llegue la bendita y salvadora noche de soledad y agobiante frío, de soledad y angustia. Tarareaba, cual canción le llegara a la mente, y a veces, cuando la memoria le fallaba, combinaba dos o tres canciones en una, dándose cuanta que no tenía final, pero seguía, hasta que sus hilachados labios se secara.
Movíase de un lado a otro, observando al horizonte, cada vez mas lejano e interminable, mientras el retumbar quejumbroso de la hamaca, daba los lentos paseos pendulosos, de su viene y va, del hola y el adiós.
Lagrimeaba tristemente, al llegar la oscura soledad en su vieja hamaca, arrecostado a su transparente puerta, frente a su otoño vergel, de flores y hojas secas, recordando su vida de familia, de cenas pomposas, de ser el patriarca sanguíneo, de los bailes interminables, de rocolas bronceadas. Y volteaba, y esa misma rocola, estaba cabizbaja, polveada, en desuso.
Mas él, entristecía a su corazón arrugado, y sus manos hechas huesos apretaba el apoyador de la hamaca, apretaba tan fuertemente, con el único deseo: de morir sin darse cuenta.
Sin saber que en aquella tarde sentado él, de las infinitas al sol y al frío, de las siestas de siempre, acabaría con su lenta tortura de soledad. No despertaría jamás. Y sus lágrimas impregnadas surcando su rostro lleno de nostalgia y angustia, cual personaje de Poe, se secaría en la vieja hamaca de su jardín, mientras a la espalda, la gente seguía su rutina, de vida y talvez del triste destino de muerte.
...........................................................El Gabo
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