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Inicio / Cuenteros Locales / Garvas / De ficción, juegos con la realidad y cómo escribir.

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Hace un par de meses, un amigo me pidió un consejo para escribir, construir o contar una historia, sin que sus ideas murieran a mitad del camino, o para no quedarse paralizado ante la hoja en blanco; todo esto sin contar la gran cantidad de energía y convicción que uno necesita para pasar horas analizando la eficacia del cuento, novela, guión o ensayo. Recordé varios libros que ofrecen sugerencias, tips y alguna que otra fórmula, pero que en realidad ninguno me convenció por completo. Preferí prometerle este documento.

Tal vez una de las conferencias que más me han aclarado dudas sobre este tema, fue la que recibí durante cuatro horas por parte del escritor peruano Iván Thays, que expondré y modificaré de tal manera que sea más fácil de comprender.

Todo lo que diré a continuación, ya se ha dicho, o de alguna manera ya lo sabemos.

Iván Thays apuntó en la pizarra el título de la conferencia: Ficción y juegos con la realidad. Nos contó que en esta época de su vida tardaba de seis a ocho años en armar sus novelas, y no meses, como al principio de su carrera como escritor. Luego continuó su conferencia con algunas preguntas:

“¿Cuál es la diferencia entre mentira y ficción?” “¿Cuál es la diferencia entre historia y argumento?” Y la más importante de las tres: “¿Sobre qué escribe un escritor?” Algunas respuestas de los presentes se dejaron escuchar.

Iván Thays expuso el caso de Manuel Puig, un escritor argentino que en su época, en medio del Boom latinoamericano, todo indicaba que la temática de su obra no encajaba. A Puig le interesaba escribir sobre las divas de Hollywood, mientras que los escritores reconocidos hacían o trataban de hacer “las grandes novelas” en las que ofrecían “las respuestas más importantes”. Entonces ¿por qué la obra de Puig funcionó? La respuesta que ofreció Iván Thays, fue: Cada historia le dice algo diferente a cada persona. Para alguien, la frase superficial que se menciona en la trama de una película frívola de los años 30, puede ser de un gran contenido; esa frase puede estarle diciendo justo lo que esa persona necesitaba oír en ese momento. Thays volvió a preguntar: ¿Sobre qué escribe un escritor? La respuesta más conocida, o la que más se maneja, es: “Un escritor escribe sobre lo que conoce”. Sin embargo, el mismo Manuel Puig dijo que esto no era cierto. Él aseguró que un escritor escribe sobre aquello de lo que es un testigo privilegiado. Parece lo mismo, pero ambas respuestas dicen algo diferente. Eso se expondrá más adelante. Thays entonces preguntó de nuevo la diferencia entre mentira y ficción.

Para Thays, la mentira no es más que aquello que se usa para engañar, y la ficción tiene el propósito de convertir y construir una realidad apta para la historia que va a ser narrada. El escritor acomoda piezas verídicas o ficciones, para construir un ambiente en el que su relato pueda desarrollarse sin que el lector se sienta estafado. Por ejemplo, nosotros vamos al cine y esperamos que la película que vemos tenga una secuencia lógica. Si un hombre dispara, ese hombre debe haber sacado la pistola de alguna parte, el arma no puede aparecer de la nada, debe haber un antecedente que instale aquel elemento en ese lugar. O si en la trama un ladrón entra a una casa, primero fuerza la chapa, entra con las precauciones debidas y roba las cosas; la puerta no está abierta, a menos de que haya una explicación previa o posterior, aunque hay que tomar en cuenta que el narrador puede cambiar ciertos elementos de la realidad habitual, para construir un ambiente preciso que justifique esa discrepancia, todo en función de la historia, su credibilidad, el interés que deberá despertar en el espectador o lector, etc. Si aquel ladrón sólo roba lugares donde la puerta está abierta, las ficciones que ofrecerá el narrador serán (por poner algún ejemplo) algo así como: el ladrón de alguna manera sabe que esas casas tenían las puertas abiertas. ¿Cómo sabe esto? Digamos..., tal vez porque tiene una capacidad de ver algunas cosas que otros no. ¿Y por qué tiene esa capacidad de ver algunas cosas que otros no? Porque un brujo le hizo algún hechizo. ¿Y por qué el brujo podía hacer y le hizo ese hechizo? Porque el brujo aprendió magia de sus ancestros y era una venganza, etc. Y así, en esta historia del ladrón que roba casas con la puerta abierta, ya se creó, a base de ficciones, una realidad que tiene el fin de contar algo verosímil, para mostrar aquello en lo que el escritor es un testigo privilegiado. Poniendo de ejemplo “Don Quijote de la Mancha”, aquí uno puede encontrar docenas de modificaciones del medio ambiente y las circunstancias sociales y culturales de aquella época, sólo con el fin de transmitir el mensaje principal del autor. No obstante, siempre es mejor que este ambiente sea transmitido por medio de imágenes (literarias o visuales), que por una explicación anexa o introducida a la fuerza en el texto. En la primera escena de “Star Wars, una nueva esperanza” (la primera de estas seis películas), con tan sólo unas cuantas escenas del principio ya se había creado y justificado la ambientación fantástica de la película. En “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, en las primeras páginas y el aleccionamiento que da el científico a los maestros, ya uno se ha situado en una realidad futurista. En “La metamorfosis” de Kafka, de inmediato es verosímil la transformación de Gregorio Samsa a cucaracha, cuando se contrapone la mutación con la necesidad de continuar con la rutina diaria. Tanto en “La metamorfosis”, como en “Un mundo feliz” y “Star Wars”, gran parte de la importancia de la obra radica en no explicar absolutamente todo lo que sucede y por qué sucede. Por eso, las tres últimas películas de la saga de Georges Lucas son un fiasco. Fue cómo explicar la razón por la que Gregorio se transformó en cucaracha o dedicar otro libro completo para exponer qué llevó a la civilización de “un mundo feliz”, a ser tan frívolos.

En la literatura utilizamos las metáforas, el ritmo, el uso y juego de las palabras, para transmitir las sensaciones justas. ¿Por qué? Por que en las palabras no hay tonos de voz ni expresiones faciales. Un simple “te quiero”, puede leerse en diversos tonos: festivo, melancólico, de voz muy baja. Para esto, el escritor se vale de aquellas descripciones que tracen una imagen o despierten cualquiera de los cinco sentidos, se vale de un ritmo en la prosa y de otras palabras que hagan sentir al lector una chispa vivencial. Los personajes deberán tener ciertas contradicciones, que los hagan parecer reales, tridimensionales, con diversos matices, y no una simple caricatura. Cuando un personaje es completamente valiente, o malvado, o bueno, o cobarde, nos parece falso, un muñeco irreal. Todo lo anterior serán herramientas de la ficción y de la construcción de la realidad, sin embargo todavía no queda muy claro para qué sirven. Eso lo sabremos más adelante.

Thays cuestionó después de explicar lo anterior: ¿Cómo se hace para escribir algo que interese? ¿Qué hace que alguien pierda su tiempo en levantarse de su sala, vaya a la librería, pague de veinte a trescientos pesos, e invierta su tiempo en leer o ver un film? Antes de responder a estas preguntar, retomó una de las preguntas iniciales:

¿Cuál es la diferencia entre una historia y un argumento? Algunos de los presentes ofrecieron más respuestas, que se contraponían entre sí. Thays dijo:

“Escuchen esto y si pueden escríbanlo en un lugar donde puedan verlo todos los días: ‘No hay nada más aburrido que una historia’. La gente que cuenta historias son lo más tedioso que puede existir. Siempre que alguien les cuenta lo que le sucedió durante el día, lo que hizo su fin de semana, que tiene que llevar a sus hijos a la escuela, o esa típica expresión, cuando alguien dice: ‘Te tengo que contar mi vida, porque es digna de una novela’, todas estas historias nos provocan una gran pesadez, casi siempre nos abruman y aburren.”

Después de afirmar lo anterior, Iván Thays, narró sobre un alumno suyo que meses atrás llegó emocionado a contarle lo que le había pasado en el microbús. El alumno había visto una chica de su edad que le gustó, no supo qué decirle, así que se quedó parado cerca de ella; minutos después, notó que otra chica se sentó en el asiento aledaño de la chica inicial. El alumno de Iván Thays se quedó observándolas. Después de un rato notó que ambas chicas ya estaban rozándose ligeramente con las manos. El alumno –según contó Thays– se sintió tan inspirado por aquella historia, que le dijo a su maestro que iba a escribir un cuento al respecto. La reacción de Thays fue contundente:

“Tú nunca vas a escribir ese cuento”, respondió.

¿Por qué dijo eso Thays? Según explicó, dijo esto porque aquel alumno no había entendido nada de lo sucedido.

¿Cuál es la diferencia entre un argumento y una historia? Preguntó de nuevo Thays en la conferencia. La diferencia consiste en que, ese engranaje de ficciones y/o verdades, tengan como fin ofrecerle una verdad al lector. Esto es lo que el lector necesita: verdades.

Por ejemplo, ¿qué verdad nos dice “A sangre fría”, de Truman Capote? Este libro de Capote está construido por un argumento de notas verídicas y ficciones acomodadas de tal manera que intrigan al lector, que no le permite abandonar la lectura, porque intuye que lo narrado va a decirle algo y eso que le diga posiblemente lo haga cambiar. La historia de “A sangre fría”, todos la sabemos: habla sobre un par de asesinos que matan a una familia en un pequeño pueblo de EU. Dicho de esa manera, contado como una historia resumida y no como un argumento, no produce mayor interés. ¿Qué hizo Capote? Recolectó y acomodó datos que nos hacen familiarizarnos, no sólo con las victimas, sino incluso con los victimarios, de tal suerte que al final del libro sintamos un escalofrío terrible ante la verdad de esa historia; una verdad que algunos captaran como una gran injusticia en la que no hay culpables absolutos, una injusticia en la que no basta con repugnar a los homicidas, sino sentir repugnancia por todo aquello que los condujo a realizar aquel acto; otros verán la violencia que se repite insaciablemente en todas partes. ¿Qué verdades nos dice la Iliada? Que los dioses son caprichosos, que morimos sin importar, al azar; o la ira de aquellos iluminados como Aquiles. ¿Qué verdades nos dice Madam Bovary? Que la moral como nos las han contado no siempre es lo mejor, que alguien puede cometer actos terribles y no por eso será una persona malvada, sólo buscan su felicidad... En fin, entre mayor sea la posibilidad de que los lectores capten la o las verdades, más posibilidades tendrá la obra de llegar a un mayor público. Eso esperamos al leer un libro, al ver una película, al asistir al teatro, ante cualquier obra, sentir que ese tiempo invertido nos cambió por lo menos un poco. Cuando uno se expone a una historia que no dice una verdad, que no nos cambia en lo absoluto, después de estar pendientes durante largo rato, sometido por los trucos del suspenso, uno irremediablemente reacciona, diciendo: “¿Y ahora qué? Que mala película, o libro, u obra.”

Si Capote se hubiera apegado completamente a la realidad, sin acomodar la situación por medio de la ficción, entonces tal vez la verdad que él veía, la verdad en la que él era testigo privilegiado, no hubiera sido comprendida.

Respondiendo ante la petición que me hizo mi amigo, por la que escribí este documento, digo: Uno puede tener diferentes métodos o técnicas para escribir o contar una historia, pero si no se enfoca en un argumento o engranaje que diga algo, entonces uno como creador se detendrá a la mitad, o ni siquiera pasará de la hoja en blanco. Sentirá que no tiene nada que decir. Tal vez en un principio la idea, como la historia de las chicas del microbús, sonaba bien, pero después no hubo una propuesta.

Muchos escritores piensan escrupulosamente su idea desde un inicio y antes de comenzar, ya después van acomodando y cambiando el argumento; otros –los menos- escriben sin pensar ni siquiera en el estilo o la estructura del texto, porque saben que la misma historia formará un argumento, que a su vez exigirá la presencia de una verdad o verdades, que regularmente van ligadas a los finales, aquello que actualmente se le llama el punch. No obstante, la vanguardia permite exponer verdades de otras maneras, no necesariamente al final o en el clímax. Por ejemplo, la verdad más valiosa de la película de Batman, el caballero de la noche, es el arquetipo novedoso del Joker, un villano diferente a todos los que conocemos; el resto de la película sale sobrando y no es tan llamativo, interesante e importante. Por eso la película se siente tan larga y nos parece tedioso cuando no sale Joker a escena y aparecen los demás personajes. Lo mismo sucede con el libro “Diablo Guardian”, a la mayoría de la gente sólo le interesa Violeta y no la historia de Pig. Por eso la mayoría de sus lectores sienten que a ese libro le sobro la mitad: la mitad que habla sobre Pig. Es muy importante decir que la verdad, de la misma manera que la ambientación, casi siempre será mucho mejor mostrada y no explicada. Eso es trabajo más del ensayo o la filosofía, que de la literatura.

Por supuesto, el manejo de las técnicas, la experiencia, las herramientas necesarias e indispensablemente el talento, será necesario o útil para que todo lo anterior pueda realizarse.

Respecto a los libros que tienen un gran éxito, los bestsellers, esos por supuesto no ofrecen una verdad develada tal cual, sino un engaño o algo que todos queremos creer o todos sabíamos, sin embargo funcionan de cierta manera. Son libros que dicen lo que la gente quiere oír, mentiras para engañarse y vivir en una fantasía pueril, y digo pueril para señalar que no todas las fantasías lo son. Para ejemplificar, se me ocurren dos libros: “El Péndulo de Foucault” y su copia engañosa “El código da Vinci”.

Una de las verdades que muestra “El péndulo de Foucault”, es sobre ese deseo de las masas por creer en algo escondido, un gran secreto que se tiene protegido, cuando en realidad no existe nada de esto; la copia, “El código da Vinci”, alimenta esta creencia de la existencia de un gran secreto, y lo exagera brindando una respuesta al final, que el lector olvidará en poco tiempo. Por eso, cuando los lectores leen uno de estos libros o ven estas películas, después afirman que fue solo por entretenimiento, porque la verdad falsa que ofreció la obra, se difumina. A su vez, “El código da Vinci” tuvo una copia, la película “El secreto del tesoro escondido”, que tuvo menos éxito, debido a que ni siquiera promovía un buen engaño al espectador, pero que entretuvo usando algunos trucos ya conocidos que ofrece la creación de guiones. En los libros de Coelho, se reafirman mitos o cosas que todos sabemos. Este tipo de lecturas son las que más se venden, porque este tipo de lectores son los que más hay.

Entonces ¿por qué el tema frívolo, de las divas de Hollywood, que utiliza Manuel Puig trascendió? Como dijimos, porque mencionaba verdades necesarias para un público, y él llegó y llega a este público tan variado, porque no importa lo que se cuente, cuando el autor escribe sobre lo que es importante para él, siendo honesto, exponiendo a los otros lo que sólo él puede ver, sin importar la temática. Si habla de lo que él es testigo privilegiado, siempre habrá otros que estén interesados en eso que quiere decir.

Se pueden aprender muchos tips en los libros, como la construcción de los personajes, dominar diferentes tipos de narración, fáciles o complejas, construir correctamente la ambientación, cuidar la redacción... Indudablemente la práctica y la conciencia de lo que vamos a hacer o queremos como resultado de nuestra pieza, es mucho más efectiva que la memorización de reglas cliché, o estarse sometiendo a críticas de personas que desean preservar una manera única de narrar.

Por supuesto, no todo está dicho en la literatura y siempre se puede construir donde otras personas lo consideraron imposible. Hubo quienes se propusieron mostrar algo sin decir nada, ninguna verdad, o no cambiar en absoluto la vida del espectador, manteniéndose en la completa abstracción, y sus obras funcionaron. Sin embargo, en contra de su voluntad como creadores, sus obras trascendieron porque en algo lo cambian o algo le dicen.

Cuando uno llega al punto de no saber cómo continuar, puede detenerse a pensar qué verdad va a contar o cómo quiere cambiar al espectador, o seguir escribiendo sin pensar en nada, luego dejar reposar el texto y permitir que las ideas se aclaren solas con el tiempo, para reconstruir o modificar lo necesario, así como he hecho yo con la mayoría de lo que he escrito.

Ahora termino con docenas o cientos de puntos pendientes, pero espero que de algo haya servido este texto, deseando que al lector le parezca real la existencia de esta conferencia.


*****


Para Alejandra T, Mario P, Daniel C, W. Trejo, Tonatiuh, Fernando P, Lio, Carcamo, V. H. Gómez, David A, por supuesto a Raúl T y con respeto a Iván Thays, que espero no se moleste por usar su nombre.

Texto agregado el 06-11-2008, y leído por 761 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
14-06-2012 Excelente. Leí sin pausa y me quedé con ganas de más. He tomado nota Saludos. jovauri
21-01-2009 Exacto, das en el punto. Hay que tener algo para decir. Lo demás son espejitos de colores. Y sí, a veces funcionan. A algunos le permitieron adueñarse del Nuevo Mundo. Muy buen texto. Saludos arqui
18-12-2008 Siempre es interesante leer acerca del oficio. marBin
12-12-2008 Muy did´´actico , al punto de pensar en utilizarlo con los alumnos... naiviv
28-11-2008 gracias.... muy instructivo, nuevamente gracias. lisinka
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