Traslucido se agita el polvo en mis zapatos
una extraña entidad ajena a mis sentimientos
se cuela entre mi pecho
cortina de desilusión irónica.

Pólvora del desierto
se acumula tras de mí
una sucia montaña de recuerdos inservibles,
de caricias mal hechas,
de silla rotas en su soledad malentendida
y en la noche de los conjuros
una vez más
se incrementa el fastidioso ruido
de un teléfono sin llamada.

Finalmente en este inútil deseo
se ahoga una espada sin filo
labios sepultados en silencio
listones arrebatados por el viento
del cabello de la pequeña niña
que jugaba inocentemente a ser princesa
a gobernar sus ilusiones por sí misma
y sin esperarlo
se va alejando sola
en ataúdes de hielo.