Capitulo 1. Noches Mezquinas


La noche se mantenía en su rutinario afán. La dama luna paseaba alrededor del jardín, mientras rosaba a las dulces flores que hacían sus regulares danzas. La pequeña luz que estaba inquieta observaba atentamente el paisaje con timidez.
La tierna luz decidió dar un vistazo a las sombras que producían los arboles, inclusive aún cuando las flores le advirtieron que las sombras son juguetonas, y que sus juegos buscan victimas.
Ella se deslizo así como alguien que se apresura a un terrible mal. Seguía siendo muy tímida, pero no cedía ante su curiosidad. Caminó paso a paso decidida a no parar. Fue un momento triste aquel, porque pequeña luz contemplaba aquel cuadro. Pues era el cadáver de una pequeña niña, cual historia no me atrevo a contar.
Aún así pequeña luz la abrazó confiada que volvería a respirar y sus ojos se volverían a abrir.



Capítulo 2. Frío Canela


En un viejo camino a mi casa, encontré una especie de sendero abandonado. Lo seguí, porque alguna vez oí que todos los caminos terminan en nuestro hogar.
Caminé sobre la nieve. Un día hermoso, porque pese a que solo era una cama muy fija de nieve bajo mis pies hacia que el camino tomara cierto atractivo. Entonces encontré a un vendedor. Dulce de canela dijo aquel hombre. Me parecía una verdadera estupidez vender un dulce frío en esta época del año.
Soy tan curiosa, tal vez por esa razón acepté probar este dulce. Me senté cerca del camino, en un tronco que he hallado. Espere un poco a que alguien cruzara y compartir aquel raro dulce. Claro está, no podría comerlo todo yo sola. Pero la curiosidad me mata.
Decidí darle una probadita. Así que abrí mis labios y dejé que mis dientes se deslizaran sobre el azucarado contenido. La fricción de mis dientes sobre este hizo que se desprendiera un pequeño trozo. Lo traté de masticar. Me resultó imposible. Pero logró atravesar mi garganta. Justo ahora siento un frío que recorre todo a su paso. Ahora lo siento en mis labios, en mi garganta, en mis manos, en mis pies. En mi corazón…


Capítulo 3.Eterna Esperanza>


Luz había pasado un instante largo y las lágrimas ya recorrían sus ojos. Estaba por rendirse desprendiéndose de aquel cuerpo. Le parecía inhumano, inaceptable dejarlo ahí. No tenía idea de cómo había llegado a parar el cuerpo de una niña tan hermosa a un lugar como ese.
Aún se veía hermosa. Sus labios no estaban del todo fríos. Podía sentirse aún el aroma de su último aliento. Se decía así misma Luz que era probable que pudiera darle un poco de su calor.
Los minutos recorrían y Luz dejó de ser pálida. Perdió toda su timidez. De la fuerza de quien la había creado sacó para sí, y sostener de esta manera al cuerpo de la niña. Seguía el tiempo haciendo competencia para llevarse a la niña a un lugar sombrío del cual no volvería. Sin embargo Luz no se daría por vencida.
El minuto milagro llegó, cuando la hermosa niña volvió sus ojos a abrir. Y al ver a Luz volvió a sonreír.

Que no haya fuerza tan grande que tu propia esperanza y el deseo de hacer el bien a otros, como a ti mismo.