No se si son mil demonios los apoderados de este terreno, pero lo han llenado de espinas, de corredores oscuros, con altos árboles se han apoderado incluso del sol.
Esto es un encierro, debería morir para no tener que contarlo. Cerrar los ojos, vaciar los pulmones en un último suspiro, y esperar y aguantar calladamente, resignadamente. Mientras el cuerpo se resigna a morir y se revuelca por la tierra espinada, preparar la mente para ahogarla en recuerdos, estrangular la memoria, competir con la conciencia.
Y desaparecer, extinguirse en algún ser que fui.

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