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El angelito y su caballo
Esto sucedió cuando tenía ocho años de edad y vivía en el pueblo de Acayuca, población cercana a Pachuca capital del estado de Hidalgo, en este pueblo el panteón esta ubicado a la orilla rumbo a la cañada, al lado contrario de la iglesia casi a un costado del lienzo charro.
Ese día mi mamá preparó mole y yo deduje que habría fiesta, en casa todos trabajaban preparando lo que papá pedía; una cubeta con palangana, una escoba, una cuchara de albañil, un botecito de pintura y una brochita.
Todo lo colocamos a un lado de la puerta y mis papas dijeron mañana nos vamos temprano porque más tarde hay mucha gente.
Al amanecer mi mamá preparo la comida y todo lo puso en dos bolsas del mandado e iniciamos el camino, yo pensaba que iríamos a casa de un pariente; y no, llegamos directo al panteón.
Recuerdo que esa ocasión era vísperas de día de muertos, por lo cual el cementerio estaba muy concurrido, gente limpiando lapidas, pintando cruces, y desyerbando las tumbas más humildes, así lo hicimos y para mi sorpresa comimos sobre la tumba usándola como mesa, y el mole tenía un sabor como nunca antes
Como todo niño curioso al pasar en compañía de mi madre frente a una tumba que tenia algunos juguetes encima, le dije a mi madre que si podía llevármelos pues la parecer estaban tirados, ella me contesto que no estaban tirados, que era una ofrenda para un angelito, así llaman a los difuntos niños.
Esta Costumbre de ofrecer a los muertos alimentos que saborearon y accesorios que usaron en vida, se practica en todo nuestro país inclusive en algunas culturas extranjeras, a mi corta edad no conocía el miedo, ni el respeto a nuestras tradiciones; así que se me hizo fácil robar de esa ofrenda un caballo de juguete muy bonito. Pase el día presumiéndolo a todos mis amigos y compañeros de la escuela, que sorprendidos del precioso juguete preguntaban en donde lo había comprado a lo que contestaba que era un regalo.
Al caer la noche me fui a acostar echando un vistazo al hermoso caballito y me quede dormido, minutos antes de las doce de la noche me despertaron unos relinchos y trotes de caballo, que juraría estaban en mi cuarto al encender la luz cual seria mi sorpresa, no encontré por ningún lado al animal, al apagar la luz nuevamente escuchaba el relincho cada ves más nervioso, encendí y apague la luz comprobando que no estaba dormido, salí corriendo en busca de mama que sobresaltada me pregunto si había tenido una pesadilla le conteste que no, que fue real y le platique lo ocurrido en mi cuarto, a lo que contesto ay hijo tienes mucha imaginación es tarde vete a dormir.
De regreso a mi cuarto me dispuse a dormir con una tranquilidad inusual, me envolví como tamal bajo mis cobijas y trate de reconciliar el sueño, reinaba un silencio tal que el volar de una mosca lastimaba los oídos de pronto un olor invadió toda la habitación era un aroma a estiércol y un trote rompió el silencio de la noche refugiándose en mis oídos y haciéndome estremecer con todo y cama. No me atreví a descubrirme la cara y sorpresivamente un relincho reboto en todas las paredes de mi cuarto, me quede como témpano de hielo o estatua de marfil y tres minutos después que me parecieron horas reaccionando me descubrí la cara fue cuando lo vi un humo que parecían nubes empujadas por el viento, que poco a poco fue adquiriendo la forma de un caballo, respirando de una manera que me dio la impresión que iba terminando una carrera, se veía tranquilamente inquieto y apaciblemente nervioso; reino la calma y pude apreciarlo de una forma mas real de un color blanco con manchas negras donde sobresalía pequeños puntos cafés que de inmediato relacione con mi taza de leche con nescafé sin batir. Todo su cuerpo parecía un cuarzo al recibir el sol por lo mismo me cegó un momento y no pude observar mas detalles, pues cual bocarada de humo al contacto con el viento se esfumo.
Inmediatamente sentí correr por todo mi cuerpo un frío glacial mientras mis oídos percibían un sonido que poco a poco iba creciendo hasta identificarlo como el relincho que escuche en un principio, salí corriendo al cuarto de mis papas y mama al cargarme, topo con el bolsillo del pantalón en el cual inexplicablemente apareció el caballo de juguete, preguntandome de donde había salido, no teniendo mas alternativa que confesar que lo hurte de la tumba que vimos en el día.
Espantada y respetuosa de nuestras tradiciones me reprimió fuertemente indicándome que en cuanto amaneciera, íbamos a dejar el juguete donde pertenecía.
Al amanecer partimos al cementerio y me dijo que pidiera perdón y rezara por el descanso del angelito que estaba enterrado en ese lugar, aun sin comprender por que me pedía eso, lo hice de todo corazón y con arrepentimiento, ya mas tarde mi madre me explico que los muertos merecen respeto precisamente por eso me habían espantado utilizando el juguete como intermediario, desde esa ocasión aprendí dos lecciones.
Primera: no tomar las cosas ajenas, y segunda: No burlarme de las tradiciones y costumbres de mi pueblo.
Jorge Ureño de la O.

Texto agregado el 04-11-2008, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-11-2008 Deliciosa historia. 5* ZEPOL
04-11-2008 buen texto un abrazo grande y mis estrellas sapoeta
 
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