tenía miedo de entrar a mi casa... unos distinguidos peregrinos habían entrado. esto hacía ya más de un año, día en que murió el último de toda mi familia... no quería morir, tenia miedo a eso de perder la identidad... a eso de ser uno con el aire, el fuego, el agua, etc. quería ser siempre lo que era, una persona que gustaba leer libros, pintar con un solo color sobre todas las paredes de mi casa y tocar el piano durante toda la noche. parece que a toda mi familia nunca le gusto dicha actividad, pero así era como era... ahora les miro, pero no sus cuerpos porque tan solo se ve como una especie de velas a punto de apagarse en una especie de capuchón y bata oscura o gris diría... me gustaría tocarles mi piano pero veo que lo han sacado a la calle y ha sido devorado por la gente que vive alrededor. lo mismo sucedió con mis cuadro y mis libros... todo esta hecho polvo, como antes lo habría sido. pero he agrupado los restos de lo que gustaba hacer y lo he puesto en una lapida con mi nombre y lo he enterrado en el parque de la ciudad durante una noche en que no cesaba de llover, y luego de terminar amaneció. la gente de los alrededores me miraba como a un loco, pero, que tiene de extraño ser como un es siempre. pero la gente también es como es. ya no queda de mi mas que las imágenes y los buenos y malos recuerdos de lo que fui o seré. me gusta mirar aquellas almas familiares. me gusta mucho, tanto que he incendiado la casa para verles mejor. cuando toda la casa ha caído, les he visto a todos con sus ojos como lucecillas, lista para apagarse, cuando llegue el día o la noche estrellada... se han ido, o, pienso, se han metido dentro de mis recuerdos. es bello tenerles dentro, es como una bella feria de personas conocidas y amadas, como siempre quise estar... cuando deje este cuerpo será bueno pata todos, descansaremos sobre toneladas de polvo, hermoso como las pirámides, o los restos de un planeta perdido en el infinito...
san isidro, noviembre de 2008 |