El científico nos enseña a sacar el provecho a la riqueza material del mundo. El filósofo a descubrir los tesoros del espíritu. El poeta, con su índice de letras nos enseña a disfrutar de ambos. Porque sólo en sus alas ascendemos al sumo bienestar de nuestras emociones. Rico en ideas, rico en hechos, rico en pensamientos, rico en sentimientos, el poeta es el haz de vida que lo contiene todo. A la ciencia en sus visiones y a la filosofía en sus profundidades, y por eso vuela lejos, y penetra muy hondo en nuestro sentir. Nos estremece mostrándonos esa cara de lo que somos y que no lo sabemos hasta que no nos miramos en su límpido espejo. Nos conmueve conduciéndonos hacia esa fuerza interior que tenemos y que sólo descubrimos con la luz de sus celestiales metáforas, sus vívidas imágenes, sus encendidos verbos, intensos sustantivos pletóricos de poder y convicciones, y la impronta pasional del adjetivo. Nos hace sentir que somos grandes, que somos valiosos y que el mundo está hecho para nuestro solaz, para nuestra dicha y la de nuestros hermanos.

Maestro de emociones, sin poeta no tendríamos los himnos que inspiran la bravura de los pueblos por su libertad. Sin poesía, no podríamos dar el color y poner la vibración a palabras para expresar el amor que engendra la dicha y la multiplicación de la especie. Sin poesía, la ciencia fuera sólo burdos hechos, desnudos de motivos. La filosofía sin poesía, huecas categorías retumbando inutilmente sin que se abran para ellas las puertas hacia el músculo y el cálculo: fuerzas que guían los pasos del hombre hacia el progreso.

Albergue de las pasiones, sin poesía sería imposible convertir en beso unas palabras, transformar el aliento en caricia perenne. Sin poesía, unos sonidos no podrían transmutar al dolor en inspiracion, y la sangre derramada en llama de esperanza. Sin poesía una sonrisa no fuera más que labios que se extienden. Piedras blancas y no unas níveas luces fueran nuestros dientes. Mentirosa fuera la lengua sin poesía. Porque el poema es palabra emocionada. Y sólo la emoción es verdadera.

Sin poesía sería imposible que la alegría y el dolor volaran por encima de siglos y pueblos para ser vivenciados por quienes aún no existían cuando fueron sentidos por la voz que los gritó en el desierto de los siglos.

Sin poesía, la vida viviría, pero no lo sabría. La vida viviría pero no lo sentiría. La vida sería vacía sin poesía.