Voy por avenidas
Quebrando botellas y ventanas.
Los faroles alumbran poco y el frío me entumece las manos.
El cielo limpio y virgen como las veredas de los pasajes que no conozco.
El tempo decae y reverbera en las paredes, agónico.
Me gusta ver caer las hojas otoñales y oír su crujido al ser pisadas. Marrones, amarillas, metáforas, rojas y bemoles.
Disminuido cuando veo hacia atrás; sostenido viendo hacia el frente, futuro en degradé y el pasado en sepia.
Acostado al medio de un pasaje abandonado, frente a una casa abandonada. El bandejón central abandonado, marchito y apagado.
Mis calles son cementerios y salas de parto. Cambiantes y pendientes de mis pies, me abren el camino por la jungla avenida y la selva transversal.
“…me río de los idiotas que caminan apurados de cuello y corbata. Sin embargo a pesar de mi sonrisa estoy triste, solo, siempre solo, y triste, me gusta estar solo, yo soy solo y nada más…”
“…en el paradero de la esquina de la plaza duerme un perro, cuando paso junto a el, levanta su mirada sin despegar la cabeza del suelo, le sonrío, me mira un momento y vuelve a dormir…sigo mi camino…”
Toco el timbre, llamo a mi puerta, me extraño.
Salvaje en la vereda, dócil en la puerta; redacto a pulso el legajo para usarlo de yesca en mi fogata –sólo un párrafo más y termino.
“…sólo un párrafo más y termino…”
Llamabase felicidad las ventanas abiertas y los días de sol, los de juerga, paseo y tiempo perdido… eso era todo; mas ahora no son nada, nada más que piedras en la calzada de la principal.
Nada más. |