Increíblemente Rojo estaba nuevamente saliendo a LeDisKo, en dos días había salido más de lo que lo había hecho en sus cuatro años de universidad. A diferencia de la noche anterior, no sentía que estaba bajando a lo más nefasto de la miseria humana. Había quedado de juntarse con Verde frente a la catedral de la ciudad, justo en el trayecto, Celeste lo llamó para avisarle que iría y que llevaría a un amigo, Rojo entonces les dijo que se unieran a Verde en la Catedral y juntos fueran todos a LeDisKo. Cuando Rojo llegó al lugar indicado, distinguió a Verde de inmediato, por su gran altura, algo que jamás le atrajo en los hombres, se saludaron amablemente y cuando Verde se disponía a partir, Rojo le explicó que dos personas más se les unirían. Al rato Celeste llegó con otro joven, los tres eran mucho más altos que Rojo, quien debía medir uno sesenta y algo.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó Verde al acompañante de Celeste.

- Azul - respondió este con un tono neutro y calmado.

Habiendo sido todos debidamente presentados emprendieron el rumbo a la lejana LeDisKo, el mismo trayecto que Rojo había hecho en Jeep, ahora lo estaba caminando.

- Mi novio es Amarillo, el Dj de LeDisKo - comentaba Verde a los tres muchachos.

- Yo acabo de terminar una relación - Explicaba Azul, mientras Celeste revisaba su celular.

Entre la charla, el camino se hizo en extremo corto, antes de imaginarlo, los cuatro se encontraban fuera de LeDisKo, Ingresaron y siguieron la charla, todos se complementaron bastante bien para ser esencialmente distintos y decidieron salir a bailar, algo a lo que Rojo no estaba habituado a hacer y jamás antes había bailado con otro hombre, su primer baile gay sería esa noche entonces y nada menos que con Verde que para esas alturas ya era catalogado como el más explícito de todos a la hora de narrar sus vivencias. Azul era el calmado y observador compulsivo, Celeste el cuerdo y excelente consejero, mientras que Rojo era el impulsivo y pequeño borreguito con problemas del corazón.

Al pasar la hora el show de Amatista comenzó y los cuatro muchachos se acercaron lo suficiente para quedar casi al lado de ella en el escenario. Estuvo tan genial como el primero que Rojo vio, y mientras tarareaba la canción que la anfitriona doblaba, notó como un tipo lo observaba, era uno de sus contactos de Messenger, pero Rojo se hizo el desentendido.

Cuando todo finalizó los muchachos se fueron juntos hasta la catedral nuevamente, ahí los cuatro se dividirían, porque así como sus vidas, gustos y formas de ser eran diferentes, también vivían muy lejos unos de otros, aún así, se cayeron tan bien que acordaron reunirse al día siguiente en el departamento de Rojo para seguir conociéndose mejor.

Rojo se sintió bendecido, justo en momentos oscuros, habían llegado refuerzos, ya tendría de quien apoyarse si es que las cosas seguían volviéndose insoportablemente dolorosas. Tomó el taxi que lo dejó en la puerta de su hogar, volvió a sentir el “punchi punchi” en sus oídos y el olor a humo en su cuerpo. Pero también sentía la amistad emergente en su corazón y eso era impagable porque cubría espacios que el mismísimo Marrón había carcomido y le pareció genial haber conocido nuevas personas y haber congeniado tan bien a pesar de las diferencias. Se durmió apenas tocó la cama, estaba muy cansado, pero desde hace mucho que no esbozaba una sonrisa mientras dormía y al despertar, incluso recordó lo que había soñado, eso era una buena señal.