LeDisKo claramente estaba ideada para la juventud homosexual de la ciudad, decorada con elementos circenses, luces de neón con símbolos japoneses y dibujos al estilo oriental en las paredes. La pista estaba repleta de adolescentes y en el bar gran cantidad de hombres, principalmente mayores, les contemplaban como los animales hacen con sus presas.
Rojo tuvo que contentarse escuchando como Azul medianoche le contaba a Terracota la persistencia de un hombre mayor, que le hacía muchos regalos y hasta le había celebrado el cumpleaños pero por el cual él no sentía nada:
-Es muy buena persona, pero yo le he dicho que no se enganche ni nada y me llama y llama y llama- dijo Azul medianoche. Rojo lo encontró muy frio, se sintió incomodo y pensó que tal vez Marrón lo viera del mismo modo, sólo una buena persona, nada más. Azul medianoche no tenía un rostro agraciado pero sí un cuerpo bien trabajo, ese seguramente era la fuente de su atractivo pensó Rojo, aunque para su gusto era demasiado alto y demasiado desinteresado en una relación formal. Terracota por otro lado había ignorado a Rojo desde que le negó el beso y siendo así, el muchacho se sintió libre de recorrer la pista solo.
Había mucha más gente de la que imaginó encontrar, Rojo buscó a Violeta y Fucsia pero no las encontraba en la pista, ni en el bar, había una especie de segundo piso oscura de donde algunas sombras contemplaban la pista, pero no le pareció un lugar muy grato. De pronto un joven le tomó el brazo diciendo “¿Vamos a bailar?” en algo que parecía más una orden que una invitación, Rojo un tanto molesto le dijo: No gracias, no bailo. Y se marchó lo más lejos posible. No era que el muchacho fuera poco agraciado, de hecho era bastante guapo, de porte ideal, pero su actitud confiada fue lo que a Rojo no le cautivó.
Al rato, una muchacha se le acercó, eso era bastante curioso considerando que ni siquiera ocurría en el “mundo hetero” pero era para darle los saludos de un amigo, le preguntó a Rojo si estaba soltero y si les gustaría hablar. Rojo vio que se trataba de un chico de atractiva piel tostada y accedió, ambos se saludaron, pero el ruido de la buena música les impedía conversar, así que se marcharon a un lugar más silencioso, unas mesas donde poder charlar.
Partieron por la pregunta menos creativa, pero la más necesaria: ¿Cómo te llamas?
-Rojo ¿y tú?
- Gamboge- dijo el muchacho, quien agregó que tenía veinticinco años y estudiaba enfermería en la Universidad del Sur de la ciudad.
Cuando Rojo se disponía a realizar algún coqueteo, otro muchacho se acercó y le dijo a Rojo:
-Discúlpame, es sólo un minuto- Acto seguido, el recién llegado comenzó a increpar a Gamboge, le reclamaba el haber iniciado un rumor sobre la posibilidad de que su novio tuviera VIH- Rojo no tenía intenciones de averiguar si era cierto que Gamboge había dicho algo semejante, antes de intercambiar cualquier clase de palabra, exclamó: Los dejo tranquilos, yo no tengo nada más que hacer acá- y se marchó. Lo que menos quería eran nuevas complicaciones. Comenzó a odiarse, odiaba el tener que buscar lo que creía haber encontrado, odiaba los dramas, odiaba sentir que se vendía. Pensó dejar LeDisKo y cuando se acercaba a la puerta, un muchacho le tocó el hombre, le dijo que Violeta lo buscaba, que subiera al V.I.P. aquel oscuro segundo piso, lo pensó pero finalmente accedió, justo a tiempo para ver el show de Amatista, transformista y anfitriona de LeDisKo. Rojo rió tanto que el rostro y vientre le dolieron como pocas veces, además, no estaba habituado a ese tipo de dolor, menos desde que las cosas con Marrón empeoraron, el corazón era lo que últimamente le dolía. Ya no se arrepentía de haber ido a LeDisKo, el Show en sí le encantó, una bizarra versión de High School Musical con una enormidad de chistes de doble sentido y otros más explícitos. Rojo se despidió de Violeta y Fucsia apenas terminó el show, no había encontrado lo que buscaba, porque no lo encontraría en un club nocturno, tuvo un par de miradas en él que le subieron el ego que Marrón devastó y tomó unas cuantas bocaradas del mundo gay de la ciudad, elementos que aminoraban el dolor que Rojo padecía y que necesitaba erradicar de cualquier modo.
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