Ellos entran caminando por el pasillo principal,
tienen todas sus ropas al lado,
todas en algun lugar.
Sus túnicas blancas reflejan el palpitar
de un corazón que día a día supo lo que es amar.
Falta poco, falta nada, ya estan ahí,
retumban las voces de los que no saben herir.
De los que en su vida tan solo quisieron festejar,
festejar la verdadera vida,
las manos, el abrazar.
Abrazar a los caidos, a los sufridos, al que hizo mal,
a los que con su vida muchas lágrimas hicieron rodar.
Rodar por los ojos de los que quisieron amar,
de los desvalidos, inocentes,
del que colgaron afuera de la ciudad.
Del que colgaba y rezaba y sudaba sin cesar,
del que sufría lo indecible para que pudieras avanzar.
Aqui estan ellos, el pueblo de los que pasaron la tribulación,
estan todos parados delante del Señor,
estan parados delante del cordero,
del que un día todo lo dió.
Dedicado en El Día de los Santos a todos los que se atrevieron a amar. |