La voluminosa mujer, sube al bus, saluda amablemente al chofer, se coloca en un lugar visible y contempla al resto de pasajeros con una sonrisa apacible en su rostro inflado. Nadie pareciera percatarse de ella, si no es porque, de repente, un chorro de voz algo destemplado surge de su garganta, alborotando de inmediato a todos los pasajeros, quienes, dirigen su mirada hacia aquella que, sin el prolegómeno inicial, ha comenzado a gorjear como un canario con sobrepeso. Entona –o desentona, es difícil precisarlo- y alza su voz, pareciera gozar con su performance cantarina. La gente ha regresado a sus poses originales, neutras e impersonales.

El bus se ha desplazado varias cuadras, con la música de fondo de la robusta mujer, quien, incursiona en diversos estilos: baladas, cumbias y hasta una ranchera. La gente comienza a bosquejar tenues sonrisas en sus rostros severos, la mujer es pintoresca y pareciera sublimarse por completo en esa cantata sobre cuatro ruedas.

De pronto, alza su voz estridente, para señalarle al público que su arte es gratis, que no va a recorrer los asientos pidiendo una ayuda solidaria. Que ella canta sólo para alegrarles la vida a los demás. Algunos, sonríen con abierta complacencia. Han de ser los tacaños, aquellos que ahora no se verán obligados a desviar la mirada ni leer el periódico, como lo hacen cuando los cantores, mendigos o vendedores, pasan por sus lugares para ofrecerles, requerir o entregarles calendarios y cachivaches varios .

Y la gorda, trata de integrar a los pequeños, atiplando la voz: -¿Están contentos mis pequeños?
Nadie responde, los niños están preocupados de otros menesteres. La gorda insiste con su voz de payaso triste: -¿Están contentos?
Silencio absoluto.

Yo, que he contemplado todo, reparo que ya tengo que descender del bus. La cantante, prosigue ahora con otro tema: -“Te vas porque yo quiero que te vayas”…
Y mientras coloco mi pie en la acera, pienso que todos los pasajeros, incluido yo, nos hemos ido separando de esa entusiasta mujer, la que se quedará sola, muy sola, entonándoles su variado repertorio a esa gente extraña, de mirada lejana, que no la entiende ni la toma en cuenta…