La gente de prisa
corre por las calles
de la mole de cemento.
No hay tiempo
para sonreír,
para hablar,
para detenerse.
Nadie puede oir
el trinar de los gorriones,
nadie contempla
la inmensidad del cielo,
nadie regala ternura
al ver la sonrisa
de un pequeño.
Todo vuela, y el tiempo
se nos va de las manos,
y cada noche agotados
por el movimiento del día
no dejamos un minuto
para hablarle a Dios,
y entregarnos en un
coloquio de silencio y amor.
Texto agregado el 01-11-2008, y leído por 93
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