Soneto de sangre con guiso de enano;
la carta contiene la Biblia desnuda.
Las horas se mutan intranquilas,
sedientas de uñas, con crujientes esmaltes.
Ya verán, cuál imanes la estampilla adherirse,
sobre la nota podrida que anuncia mi muerte.
Olores de flores nauseabundas crujen
como plantas de gruesa hoja molida.
¡Plutarco! por no putearte ¡Patente!
¡No veís que se derrama la vida!
De deíz balazos, transidos de acero,
viajando en el lomo raído
de carnes hechas girones. Cayó la noche
sedienta de agonías. Pués ella
se hace día como el engrudo torta.
No me interesa ser, la que adornará
este pastel de estridentes agonías.
Prefiero caér podrida como una pera
de mil quinientos minutos esperando.
¡Basta de seguir aclamando!
la renga mostrar su aro. Me abro paso
entre tanto codo de traje y miriñaque.
Abré de alcanzar el respaldo para la espalda
descansar un momento. No os alzeis de
fastidio de esos que afunan la tarde perdida.
Dejad la noche prendida (prepárense)
con todos su artefactos funsionando.