El sabio toma la piedra, la lleva por sus viajes espirituales y terrenales; plasma en ella dos palabras: en un costado “valor” para resistir los vendavales, las caídas y en el otro "amor" para crecer con ello. El sabio muere entre las rocas y la piedra se hunde en la tierra. Pasan siglos, pero la enseñanza no se añeja, mas aun se desarrolla con la fuerza del tiempo.
Un joven encuentra un tesoro en forma de cristal; lo limpia, lo talla y las escrituras se pierden, se pierde la sabiduría, el verdadero valor, pero el cristal es bello, es lo que le importa al joven, se lo cuelga al cuello, tropieza y se clava en su orgullo, teñida de rojo queda la piedra, se vuelve un bello rubí, símbolo de riqueza y a la vez de la más rotunda pobreza.
Pasaron años y la sangre en el rubí dejó entrever las palabras que marcaron mi existencia: “valor” y “amor”; el colgante se volvió símbolo de nuestra nación, recordamos la sangre como muestra de nuestra existencia y aprendimos a vivir y aprender de la vida.
El rey toma el colgante y derrama lágrimas sobre él; se vuelve rubí, luego cristal y finalmente roca, entonces aquel hombre comprende que la sabiduría no estaba en la roca, si no en la experiencia de la vida, de los años que se habían atollado en ella, en la piedra.
“El ser humano es una como una piedra que necesita ser pulida para volverse valiosa, cada mala o buena situación es parte del proceso para finalmente convertirse en alguien "invaluable” |