Si pudiera expresar de una manera gráfica cuál es el estado de mi conciencia o de mi alma en este momento, laaaaargo momento, creo que elegiría grabar el sonido de la nada.
Sería una grabación prolongada, duradera, monótona y aburrida. Con tibios acordes, aquí y allá, intentando empezar a componer una pieza que luego se diluiría en el escape de un auto, en una siesta, en un culo sentado en el sillón, en tantas cosas como estas.
Si fuera una imagen, mostraría tal vez un rostro inexpresivo, de frente alta y una cabeza capaz de almacenar datos y datos y datos y datos que sólo allí quedarían, cuyo canal al corazón está en cortocircuito y el que llega a la boca, taponado por cosas no dichas que tal vez nunca puedan fluir. Sin retroalimentación, o vomitando o fagocitando. Pero nunca retroalimentando. Toda esta imagen aparecería entre una bruma de pereza, de modorra, de un color cálido, como para que no duela tanto.
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