Cuando se subió al bus, la mire asombrado como diciéndole que estaba muy linda, que me gustaba, quise simplemente ser honesto, entonces ella me miro decentemente dándome las gracias, cruzo la maquina registradora y yo mire su estilizada figura diciéndole:

- las que te adornan.

Ella sonrió y se sentó diagonal a mí, miraba al horizonte como cantando una canción conocida, yo la acompañe silenciosamente por un rato. Después de varias cuadras quise romper el hielo y la miré como preguntándole:

- ¿oye tú… y que… hasta donde vas?

Ella, con su mirada tímida me respondió:

- No, hasta allí no mas.

- A que bueno ¿podría acompañarte?

- No se… y tu que, ¿como te llamas?

- Andrés - le mire yo - ¿y tú?

- Marcela.

Miro ella con sus grandes ojos negros y un acento cómo de otras tierras.

- Que bonito nombre, observe yo.

La gente del bus comenzaba a mirarnos inquietamente como preguntándose: “y estos dos por que se miran tanto, ¿y si se conocen porque no se hablan?”

Reímos, entonces decidimos guardar silencio por otro rato.

- Ya pronto voy llegando - acoto de repente Marcela.

- Y que, como hacemos, dame tu teléfono al menos.

- Esta bien… pero que, no tengo donde anotártelo.

Yo, yo soy estudiante y… claro yo tengo lapicero, busque desesperadamente en mi maleta, entonces me pare y se lo entregue.

- Tienes donde anotar? miro ella inquietante.

Busque mi agenda y se la entregue, ella anoto rápidamente mientras se paraba y se despedía con su mirada de gitana, de hechizo, un hasta luego penetrante se escucho desde lo más profundo de sus ojos.

- hasta siempre - le susurre y me regalo su ultima sonrisa.

Diana, Diana Marcela quiero pensar yo: 2 28 73 27 me dispongo a marcar en este momento.