En la casa del poeta las botellas
de colores, apiladas en las ventanas,
filtraban la luz que penetraba desde fuera.
El caballo de madera lo miraba: sentado, apoyándose con los codos sobre el escritorio armado con los restos de un naufragio, escribiendo...
Con tinta verde dibujaba las letras
y las letras dibujaban nidos, obreros, puentes, insectos, bosques, ríos, pailas marinas, sombreros, iglesias, soles, mujeres, manteles, puertos, perlas, viento, lluvia, bares, botellas, tomates, teteras, reinetas, mercados... Todo eso dibujaba con la tinta verde, y la tinta verde parecía seguía un camino ya transitado por el poeta.
Sí, era hermoso constatar cómo cada universo que el poeta describía en sus versos, estaba contenido en las aguafuertes, pintadas con tinta verde, en su corazon de zinc.
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