Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que amé a alguien…
Trato de seguir los pasos correctamente después de una ruptura.
Soy un tanto metódica aunque suene sarcástico,
Pero si, me torturé paso por paso…
Al principio contaba los días lejos de esta persona, me parecían eternos. Veinticuatro horas para un día es demasiado…si tienes el corazón roto.
Me decían “el tiempo lo cura todo”…me refugié en mis amigos, los incondicionales. Los que te escuchan el mismo rollo una y otra vez. Y es que cuando te sientes así de mal, parece que quisieras que tu mejor amigo te haga ver la realidad y aunque te la dice, no le crees hasta que calla y cuando llega a ese punto empiezas a pensar si quizás tiene la razón.
Porque tratas de buscar explicaciones en las que te echas la culpa, en las que “asumes” que hubiese sido mejor dar menos, no decir esa última frase, o qué se yo…
Te aferras a la idea de que tú eres el culpable, que la única responsable de que hayan terminado las cosas fuiste tú. El no puede ser malo si tú lo amas.
Ahora puedo decir que no es cierto, el tiempo no cura las heridas, las disfraza. Las recubre de piel nueva.
Porque eso que nos hizo daño, siempre estará ahí, quizás no tan expuesto como en un principio, pero basta un olor, una palabra, una canción para recordar y que esa herida se agriete un poquito…
Hasta que llega el momento en que nos hacemos inmune a todas estas cosas. Pero eso solo sucede cuando renuevas tus recuerdos. Cuando los reemplazas por nuevas vivencias. Cuando decides seguir.
No digo que sea bueno esto de sacar un clavo por otro clavo. Creo que por eso es necesario el tiempo en soledad. Para renovar tu alma.
Y en esas me encuentro…
Renovando recuerdos, tratando de dejarme querer nuevamente. Dándole una segunda oportunidad a un personaje nuevo en mi vida. Porque me lo merezco y nos lo merecemos todos. Es difícil dejar a un lado el pasado, sobretodo cuando te empeñas en no dejarlo ir.
En retener en mente y cuerpo a esa persona.
Reaccionas cuando te das cuenta que el mundo no se detiene, que esa pena no puede durar cien años, y como dice el dicho…nuestro cuerpo tampoco!... Y como me dijo una nueva amiga: “llega un momento en que las penas aburren”.
Dios, qué difícil es dar nuevamente la mano a alguien mientras camino a su lado, ver a esos ojos sin dejar de pensar por un instante si son sinceros.
Cada nuevo paso es dado con mesura, porque nuevamente estás entrando a un terreno desconocido.
Pero es necesario e indispensable estar libres. Sin ataduras de recuerdos que no se pueden ya tocar, ni oler,ni sentir.
A veces es mejor dejarlos ir para estar disponibles nuevamente a amar.
Pues por ahí que estás dejando escapar una oportunidad de ser feliz.
Exactamente es lo que vivo al día de hoy.
Quiero ser honesta, transparente. No quiero arrastrar cadenas. Quiero vivir.
Si esta persona es la adecuada o no, lo sabré al final del camino. Por lo que debo avanzar para comenzar una nueva historia que seguramente les contaré.
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