Amor circundante y anónimo

Desperto cansado, aburrido de tanto soñar el mismo sueño melancolico y triste de todas sus madrugadas, se acomodo el pelo alborotado y sonrió sarcasticamente al espejo, que lo miró atonito, espantado. Se arregló y se fue a la escuela.
Al llegar, fijo la vista al mismo lugar de todos los días, a la misma persona que señalaba en todos sus sueños, y aspiró el mismo aroma de toda su vida, el de ella. Ella, una una luz incapaz de tener más vida que la que le daban los ojos de él, ni siquiera percibía que en algún rincón de una burbuja llamada salón, alguien no podía permitirse ver nada más que su pelo. El, al terminar las clases, no podía distinguir en donde acababan sus dedos y comenzaba la piel de ella, hubiera dado todo por ese amor, menos la vida que tenía valor si estaba presente ella.
Platicaban de muchas cosas triviales, superfluas y cuando al fin llegaban al climax de la historia de amor jamás contada, pausaba la respiración haciendo un silencio sepulcral, y llegaba su novio. El pseudo tipo, un jóven alto y “apuesto” que robaba la atención igual que un ladron furtivo, ese granuja sin mas corazón que el del durazno que llevaba siempre comiendo, ese imbecil que no apreciaría los colores del arcoiris aunque le traspasara el alma, tenía la mejor oportunidad de trascender en la vida, con solo su mirada y que con solo uno de sus besos sería astronauta.
Él, el enamorado terminaba su comida sentado en una esquina olvidada por todos, menos del polvo, viéndolos comerse la torta antes del receso y recogiendo las migajas, sin que se dieran cuenta, pues ni eso le regalaban. Al salir llegaba a su casa, hacía la tarea y se acostaba a dormir y a pensar si alguna vez sabría el final, o faltaría el pseudo tipo a clases.
Desperto cansado, aburrido de tanto soñar el mismo sueño melancolico y triste de todas sus madrugadas, se acomodo el pelo alborotado y sonrió sarcasticamente al espejo, que lo miró atonito, espantado. Se arregló y se fue a la escuela.
Al llegar, fijo la vista al mismo lugar de todos los días, a la misma persona que señalaba en todos sus sueños, y aspiró el mismo aroma de toda su vida, el de ella...
¿Quién soy yo para contar de alguna manera la vida de él y descubrir el mundo secreto de muchos? Si al final todo es circundante. Ya pasó o ya pasará.






Zúñiga Aguirre Jesús Rafael.