Quizás, vivir signifique solamente apreciar,
y convivir dialogar,
y resistir esperar...
¿Y amar?
¿Qué significa amar?
¿Será cuestión de entregar
sin dudar,
sin olvidar,
sin postular,
sin condenar,
ni encadenar?
La palabra, como una doncella
que vela la noche y el día,
se arrodilla,
con voluntad de esperanza,
y presa de su propia luz,
responde:
Soy testimonio, aviso, señal,
flecha del pensamiento,
amplitud del horizonte,
argumento y sentimiento,
libertad, conocimiento,
imagen y semejanza
del corazón que me acoge.
La palabra, siempre vivificante,
se revela como un lugar habitable,
indispensable para el hombre,
deshaciendo el vacío
que lamina la convivencia.
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