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Inicio / Cuenteros Locales / Darkyharry / Cap. 5 - La Llamada

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H. necesitó sentarse por un momento para analizar bien los registros otra vez y confirmar que era él quien salía en las fotografías. B. se dio media vuelta para confirmar su cara y se sentó en la silla de su escritorio. Q. lo miraba como compadeciéndose de él y a la vez tratando de pensar en que él no tenía nada que ver con eso.

- Sabemos que es un truco H., no hay q alarmarse, pero sí me debes una explicación del por qué no sabía yo que tenías un tipo de relación con estas hermanas. - B. parecía molesto pero a la vez tranquilo, sabía que podía confiar en H., no por algo lo había dejado en el departamento con Q. - Vamos, dime qué sucuedió.

- B. puedo confirmar a lo menos tres de las siete fotos que son reales. Las demás tendrás que enviarselas a L. para que las logre desentramar, porque las uniones están muy bien hechas. - H. estaba un tanto nervioso. Pensaba en el por qué lo querían liquidar a él en este caso. Traba de buscar en su mente la respuesta a la pregunta y sabía que dentro de su inconciente debía haber algo que sabía y que podía dejar mal al supuesto nuevo asesino. Pero no lo logró.

- Hey H. Relájate, sabemos que no tienes que ver en esto y que estos tipos de "los viejos" saben como liquidar desde la base a la policía, están tratando de sacarte para hacerles el juego fácil y dejarme sin compañía para luego bajarme a mí. - Q. parecía haber dicho palabras certeras para H., una deducción perfecta y no equivoca. - Sabes que tienes a un equipo tras de ti, no los dejemos ganar esta batalla como la última vez.

- Lo sé, chico. Sólo que hay algo que me intriga. Debe haber algo que sé y que no recuerdo que a ellos les perjudicaría si lo digo o lo divulgo. Estoy seguro.

- Tiempo hay de sobra H., no te adelantes, los problemas vienen cuando nos apuramos y lo sabemos. - B. parecía ya más calmado. Pero atinó a un reflejo raro cuando sonó el teléfono de la oficina. Casi nunca sonaba y el salto fue algo común entre los tres que se hayaban en aquella pieza. - Dime, R. ¿que sucede?

Un silencio sucumbió la estancia, la voz de la dama al otro lado del teléfono nunca se oía lo suficiente como para que Q. o H. sacaran información antes de que B. se las dara. B. colgó el teléfono y se levantó.

- Debemos salir de inmediato, el Bar.

- Demonios... - dijo H. sabiendo que ahí encontraría algo antes de que fuese de esta forma.

- Se está incendiando. - B. tomaba su sombrero y su armamento policiaco, sabía que había algo más que un incendio en el sector.

H. tomó sus cosas y Q. se levantó rápidamente para seguirlos cerrando la puerta y dejando la carpeta tirada sobre el escritorio de la oficina. Al salir a la calle la gran mayoría del personal estaba ya listo en sus patrullas. B. dio órdenes con señas y todo se volvió un caos.

H., B. y Q. fueron en el auto de B. H. prendía un cigarro y antes de poder tomar la primer bocanada de humo, una camioneta los impactaba por un costado. Habían ya más de unos pocos motivos para salir armado. H. contuvo el dolor del golpe en la cabeza contra la ventana del copiloto y se sercioró de que Q. estuviese bien y B. de igual manera, ya que el golpe lo habían recibido desde el sector del conductor. H. bajó del auto a penas pudo y la camioneta estaba en retroceso para la huída.

- B., reacciona, ¡tu arma ahora! - B. le lanzó el arma lo más rápido que pudo confiando en la puntería de H. como si fuera de los mismísimos dioses. H. no disparaba desde hace cuatro años, pero tenía fe en sí mismo, como siempre. Apuntó, verificó todo rápidamente y apreto el gatillo mental y físicamente. La bala y su proyección en el aire tenían un buen objetivo, más que un buen objetivo.

La camioneta perdió el control de movimiento y a los pocos momentos el copiloto salía gritando y alardeando, tratando de huir. Esta vez, otra bala impactaba bien. Brazo.

- B. los tenemos, ¡llama a una ambulancia! - H. corría hasta la camioneta para ver que todo estuviese en orden a pesar de la gran fiesta que se dieron los peatones testigos. - Tengo dos heridos de bala postrados -pensaba - ¡Diablos!, no he cambiado nada.

Q. entró al auto para comprobar que el conductor seguía con vida. Revisó guantera y bolsillos para verificar que no hubiese armas o instrumentos peligrosos. De pronto escucharon golpes.

- Es la cajuela Q. ábrela ahora, debe ser el dueño - H. pensaba en que cada día que pasaba, "los viejos" hacían más cosas de las cuales arrepentirse, esta vez no se saldrían con la suya. A lo lejos y sobre los edificios, veía el humo del Bar. El Bar.

Texto agregado el 29-10-2008, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-10-2008 Un trabajo muy logrado. Felicitaciones. ***** manodelepanto
 
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