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El oleaje brama enfurecido, el viento parece que se precipitara a través de las rocas y las techumbres de los hogares, desde aquí puedo ver como los paraguas de la gente que aún divaga por las calles, se dan vuelta por el viento. La brisa marina dejo de serlo convirtiéndose en una maquiavélica y espeluznante noche a la que cualquiera desearía estar en su casa en vez de divagar por las calles, calientitos OH que rico, tan solo pensarlo me recuerda mis momentos de infancia con mi madre en su abrigo, hace ya tanto de eso, ahora estoy aquí solo quizás a mamá no le hubiese gustado verme donde estoy ahora solo, lacónico, sin amor, sin cariño, sintiendo este frío que cala los huesos.
En temporada de verano, esto es maravilloso el sol, la arena, el mar, mucha gente y donde robar o a mendigar, las noches son tranquilas se puede beber en la arena en la oscuridad misma, pero lo mejor es los días de luna llena, se ve espectacular...
Hace tiempo que no tengo mujer, la tuve en alguna ocasión al igual que trabajo, juventud, estudios y un hijo Esteban, tenía la vida perfecta, hice cuanto pude por mantenerlos bien que nada les faltase, gaste tanto en construir nuestro hogar, estaba lleno de flores y amor, María era maravillosa, luego tuvimos una hija llamada Carolina igual a su madre, nuestra casa quedaba cerca del mar, trabaje un tiempo de pescador fue entretenido pero es dura la vida en el mar sobretodo en época de invierno donde no se puede zarpar, en esos días ya teníamos todo almacenado harina mercadería así que vivíamos tranquilos, María horneaba pan del cual vendía para obtener algo de dinero para comprar lo que faltara, fueron los mejores tiempos de mi vida, hasta que se me ocurrió cambiar de rubro y comencé a trabajar en unos colectivos que conectaban con el litoral, ahora como chofer, comencé a conocer a más gente, hacía viajes especiales como llevar gente a un lugar determinado y a Cartagena llegaba siempre gente de todas partes sobretodo de Santiago y las drogas comenzaron a aparecer en mi vida.
Al principio fue interesante, mucha gente me conocía y me pedía favores a los cuales nunca aprendí a decir que no, a mi esposa y a los niños ya casi ni los veía, pasaba más tiempo en Cartagena cuando no queda lejos el hogar uno se pierde y eso me paso, vivíamos en San Sebastián, pero uno con el tiempo se da cuenta de todo lo mal que hizo, comenzamos a pelar más seguido y en realidad era yo quien siempre le daba la lata por seguir pasándola bien cualquier excusa era buena, aún así la amaba por sobre todas las cosas, hasta que ella un día me siguió iba con los niños, y adivinen donde fue a pillar a su querido esposo muy bazuqueando a una prostituta que se le tiraba a todo hombre que veía, María al verme da un grito espantoso corriendo con los pequeños, al sentirla corrí a buscarla, ella iba vuelta loca sus lagrimas impidieron que mirara por donde corría y fue atropellada por un enorme camión ah Dios, casi me muero de la impresión tal vez debí haberlo hecho, María, la pequeña Carolina y Esteban fallecieron instantáneamente y desde entonces mi vida no tiene sentido...

Gaste todos el dinero y me conseguí otro resto para dar un funeral decente, pero fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente perdí, a mi familia, es el dolor más grande que una persona puede sufrir, fue entonces que mi vida no tuvo sentido, comencé a divagar, estuve en Cartagena varios meses tomando, haciendo le a las drogas, ya no me importa estar limpio, no quería que me hablaran tampoco hacía vida social, solo me limitaba a hacer uno que otro mandado para obtener un poco de dinero para comprar una botella barata. Caminaba en tiempo de verano por las noches en la playa y allí no se imaginan las cosas que se ven, y aprovechaba de robar lo que pudiera, ropa, billetera, droga, copete, de todo, es la ley de la calle, el que pestañea pierde, aunque no falto la paliza que alguien me dio cuando me pilló.
Nada me importaba, vagaba sin rumbo, las amistades que en algún momento tuve ya no existían, es como si mi mujer me hubiese llevado con ella. Una tarde de tomatera después de una tormenta como ésta que estoy viviendo en estos momentos en que cuento esta historia, sentí el llanto unísono de un niño que extraviado recorría la playa sin rumbo y miraba entre lagrimas hacia el mar, le pregunte de dónde era, el niño me miro y sin más se lanzo a mis brazos y siguió llorando, trate de calmarlo y algo en mi interior me hizo abrazarlo también, y saben que sentí algo dentro tan especial creo que me recordó a mi hijo, así que acompañe al niño con lágrimas también. Son tan extraños los sentimientos, el corazón. Bueno sucede que el pequeño no estaba perdido ni nada la tormenta se había llevado su casa con su mamá y hermanos, ellos vivían muy cerca de la playa y la casa no soporto la fuerza de la naturaleza, el pequeño estaba en casa de unos amiguitos cuando ve que su casa es llevada por el mar... le pregunte si tenía más familiares, me dijo que no, así que comenzamos a divagar juntos por la playa y saben que sentí una satisfacción tan grande.
Volví a la casa de San Sebastián nadie vivió allí desde que murió mi señora así que decidí vivir con el niño que se llama igual que yo Joaquín, y aquí estamos pasando juntos frío pero al menos esta casa resiste a las tormentas y creo que apenas llegue este verano la voy a remodelar un poco para no pasar tanto frío y viviré aquí... y si algún niño desamparado necesita una mano amiga podrá venir volveré a pescar y viviré del mar como años atrás, ya tengo un motivo por el cual vivir.

Texto agregado el 28-10-2008, y leído por 112 visitantes. (3 votos)


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