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El hombre mira su pie izquierdo con desprecio y asco; hasta hace pocos días caminaba por las calles de la ciudad llevando barbijo y guantes de látex. No es médico, sino alguien a quien la obsesión por la higiene se le hizo inmanejable.
El hombre que observaba su pie, ahora limpia al detalle seis balas de un impecable 38 plateado que suspira sobre la mesa, los proyectiles son esterilizados con alcohol y algodón en un proceso lento, como quien busca ganar tiempo ante la decisión tomada. Sus ojos no expresan emoción alguna, simplemente se dedican a supervisar el acto de limpieza ajenos a lo que miran, con esa apatía que provoca la seguridad de saber controlada y planificada toda situación.
Fue entrando en la adolescencia cuando descubrió que para él, todo a su alrededor estaba sucio, el mundo entero era una mugre que le producía náusea y temor. Limpiar a los otros resultaba una tarea imposible, mucho más sencillo consistía en agudizar la higiene personal. Comenzó por llevar en los bolsillos jabones de todo tipo, y luego extremó la pulcritud sumando gasas húmedas y desinfectantes que aplicaba en sus manos después de un saludo, tocar un picaporte o usar una lapicera prestada. Llegó a limpiarse con escaso disimulo ante un beso en la mejilla, utilizando pañuelos desechables perfumados.
Desde que cumplió la mayoría de edad ha dejado de ir a restaurantes, sólo come en su casa, para luego esterilizar cubiertos y vajillas por más de doce minutos, obteniendo una calidad de asepsia superior a la de un quirófano. Igual nivel de excelencia tiene el departamento que habita. Al costado de cada puerta hay colocadas bacinillas y líquido antiséptico. Instalado en su hogar suele vestir liviano e impecable, toda indumentaria utilizada para estar en la calle, después del uso es destruida con químicos. La obsesión lo acorraló hasta el punto de no utilizar un teléfono ajeno ni prestar el propio por temor a los virus. Ese miedo lo aisló socialmente, el recelo de ser tocado, rozado por un semejante, le producía terror inexplicable. Cualquier experiencia de contacto humano lo hacía sentir inmediatamente enfermo. Cuando descubrió los millones de bacterias que posee el agua de las cañerías compró cientos de litros de agua mineral para bañarse.
Quince días antes de hoy sintió que el dedo menor de su pie derecho emanaba un olor rancio y tenía color para nada agradable. Lo fregó con los mejores jabones, perfumó, volvió a higienizarlo, pero nada, el dedo seguía igual y él no podía darse el lujo de que cualquier parte de su cuerpo no guardara los niveles de limpieza auto impuestos: lo seccionó con una pinza inmaculada. El dolor fue intenso, pero no concurrió al médico. Por una semana la obsesión pareció volver a los cánones normales, sin embargo, pronto se complicó, esta mañana supo que su mano izquierda no olía bien. No podía rebanar la extremidad como lo había hecho con el dedo, obviamente terminaría en un sucio hospital. Imposible continuar así, la mugre lo ha alcanzado, es evidente que el mundo venció en esta pulseada. A los otros, a los que están manchados no les interesa su sensación.

El hombre que meditó por días la situación de repugnancia generada desde los otros, coloca las balas dentro del tambor hambriento, han sido separadas de la fila india por dedos con precisión quirúrgica, erinas frías, sin la menor presencia de temblores. Por un segundo piensa que es un arma pequeña para tamaño emprendimiento, pero no hay paso atrás, alguien debe comenzar con la limpieza absoluta.

El hombre ahora sube el volumen de la música mientras busca una toalla blanca, acolchada, que extrae de un compartimiento hermético.
Acomoda la toalla blanca en el sillón, coloca la cabeza sobre ella, lleva el 38 a su sien y sin dudar, presiona el gatillo. Los forenses jamás habrán visto un suicidio tan limpio.



Texto agregado el 28-10-2008, y leído por 677 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
14-01-2011 Impresionante. Fantástico. He leído tus textos y sinceramente me halaga que te gusten los míos. Bravo! Bravo! Bravo! mariaclaudina
02-09-2010 Magnífico retrato del personaje que le conduce inevitablemente a ese fin. He echado un poco más de profundidad psicológica para justificar el suicidio, pero la redacción es impecable. Egon
31-07-2010 genial me encantooo muy bien estos son los cuentos que me gustan!!!!!! elbulon
25-05-2010 Me gustó mucho. Generás muchas imágenes y muy fuertes lanocturna
21-05-2010 es un cuento de una proza limpia por donde se la mire muuuuuy bueno elbulon
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