Descubrí que caminas
con los pies del huérfano y del enfermo
pero no sangras ni tienes llagas,
ni te acobardas, ni doblas la espalda,
y a pesar que el camino
se llena de espinas
y la enredadera jalonea tus trapos
levantas los brazos
como si te adueñaras
de los caminos que aún te faltan recorrer.
Texto agregado el 28-10-2008, y leído por 153
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