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Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / De espaldas al cielo.

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Toqué fondo, no teneniendo más donde domiciliarme, por la fuerza, apelando a la violencia, me han desalojado, hechado a patadas de mi propio hogar, debiendo tener que partir cuanto antes.
¿Saben? No he nacido para andar sin rumbo existencial. He resuelto empezar a caminar hacia el lado de la campiña; sin más bagayo que una bolsa con elementos insustituibles para mi objetivo suicida, como un cepillo de dientes,
un hoja de rasurar la barba pero que era de una antigua bayoneta de guerra que luego adapté para este fin, un cruz religiosa. Colocado el paquete en la punta de un palo de escoba, que luego cuál fusil de guerra pondré en mi hombro para así transportarlo.
Alli he de internarme, alli he de quedarme a vivir un poco más hasta que el asistido deseso aplique el último estertor. Pero con la siguiente particularidad, pués siempre he sido un hombre de fuerte personalidad (por ello el lugar elegido para morir es el mismo donde nací):
Con una cincha gruesa, correa de lona utilizada para colocar monturas en los caballos,
o en carros, aplicada desde un extremo del asiento hasta el otro lado pasando por debajo de la panza del animal, voy a sostener mi cuerpo debajo de un puente que atraviesa un arroyo, de espaldas al cielo, mirando el agua correr.
Además, como última voluntad tengo pensado demorar el desenlace fatal y liberador, abasteciendome de hilo, y anzuelo robador,
para desde esa incomoda letal posición pescar por tan solo deporte, y aunque exagerado,
por medio de una mangera quitarme la sed bebiendo del rio antes de que me pesque la inducida muerte.
Y si por tal caso, ese apéndice de existencia,
por temor al dolor de propinarse una herida mortal en el estómago, demorara o demorase el desenlace más de lo previsto, entonces rapidamente,
porque así debe ser, así lo habré de ejecutar,
con la hoja afilada cortare la yugular,
que ha de ser menos traumático,
para desdangrarme lentamente, pero con prisa de partir. Mientras tanto mi alma hará lo propio saliendo para arriba por las endijas del puente.
Lo que aún no puedo conocer es como haré para colocarme de tan complicada manera, en tan dificil posición.
Finalmente opte por tomar mi último tren.
Es de madrugada, la locomotora hace sonar la sirena indicando que pronto zarparemos,
no tiene vagones de pasajeros sino contenedores,
que es donde estoy escondido. Es un aparato de carga que lleva carbón hacia la provincia de Cordoba. Calculo que no existirán, con el personal de la compañía, problema alguno con que viaje de polizonte.
El tren va andando paralelo a la ruta que conduce a la ciudad de Cosquín, a pocos metros pasan raudos los autos y micros. En un momento un camión que transporta un gran espejo quedó andando por largo tramo a la altura de donde me encuentro, así puede ver con claridad mi cara sucia de negro, con los ojos temebrosos, tristes, desorvitados.
Tengo pensado acudir a un puente que solía concurrir cuando era pequeño, de donde con mis amigos de aquel entonces nos tirabamos al agua utilizandolo de trampolín, en esos entonces era de madera, desconosco después de tanto años con
que otro material lo habrán refaccionado.
Cuando hube llegado a la ciudad capital de Córdoba al saltar del bagón contenedor de carbón doble mi tobillo derecho quedando rengo por largo rato;
luego estando sentado, masajeando el pie mientras tanto resongo como un bandoneón, por detrás alguien golpea mi espalda solicitando mi atención.
Levanto mi cabeza apretando los dientes como ladrando de la bronca, pudiendo ver a un señor de mi misma edad, sonriente, llamandome por mi nombre.
-Rolando ¿eres tú? pregunto el desconocido.
(Cuando asumí la decisión de quitarme la vida, junto con esto también resolví que nunca más iva a ser cordial con nadie, siento que el mundo me debe una explicación. Además teniendo, cosa que veo como tarde, que resarsirme por tanto atropello del que fuera victima) Entonces fue que a regañadientes conteste afirmativamente.
-¿No te acordás de mí? replico el sujeto insistente conque observara su esbelta figura.
-No. Dije casi llorando de la impotencia.
-El gordo Villamor, Elio, el Chancho Burges, me olvidaste?.
-Ah sí, de la escuela primaria, pero estas re-flaco. Pareces otro.
-Hace años que adelgase unos treinta kilos y hasta hoy me mantengo así. ¿Y vos en que andas?
Estás igualito. Te hacia en Buenos Aires.
¿Que es de tu familia, el viejo, la vieja, como están todos?.
En realidad, yo no puedo andar informandole que en verdad la cosa entre nosotros terminó todo mal,
que me ultrajaron, despojandome de los bienes,
que si no me suicido voy a tener el deber de uno por uno matarlos. Opté por remitirme a contestar que andan todos bién, que cuando regrese les daré sus amables saludos.
Después cambió el ángulo de la conversación insistiendo con que le explique para que son los arneses que transporto, porque si la idea es salir a pasear en un carro estaría dispuesto a acompañarme.
Pero, sensible, enseguida, con las manos en los bolsillos, arremetió en tono amable diciendo,
que si necesito amparo, ayuda, o protección,
el podría ofrecerme su colaboración, que no me haga problemas pués es una persona con recursos, que no sienta verguenza en solicitarlo.
De todos modos repliqué que en realidad prefiero seguir, que deseo estar solo, que no se haga ningún problema por mí.
Entonces fué que, preocupado, y sin pronunciar palabras de despedida, el Gordo Villamor pegó la vuelta en dirección al anden.
Por mi parte comenzé a caminar por la banquina hacia Carlos Paz, Cosquín, mi querida La Falda.
Caminé cojeando por tres largos días.
Mis piernas estan agotadas y ahora mis dos pies lastimados, pero por fin he logrado llegar al arroyo,
donde sigue estando el mismo puente que dejé cuando la última vez que estuve, sentí alivio al verlo pués fervientemente deseo estar en esa absurda posición.
Ahora son las cinco de la tarde, las diecisiete horas,
estoy parado en medio del puente; impera un fuerte viento, cuando miro en dirección a donde hay una cascada observo la espuma de las pequeñitas olas que viene bajando, pero cuando volteo la vista en sentido contrario,
hacia la curva del cause del rio,
por donde escapa el viento pampero,
las mismas se ven lisas, como cuando uno está agachado de espalda sentado en cunclillas.
De todos modos mi principal objetivo será con prisa, no mirar tanto, colocandome de una buena vez por todas, de espaldas al cielo debajo del puente, atando mis piernas y brazos con sogas,
y por último mi panza con una cincha de equitación.
Lo primero será suspenderme en el aire atado de pies, con sogas corredisas, para luego con los brazos buscar una plena posición horizontal,
lo más pegado posible a las tablas,
con dirección perpendicular mirando hacia la cascada, con, repito, la ancha cuerda de grueso material también de tela de cuerina,
que sostendrá la parte media de mi cuerpo total,
antes de que anochesca. Dicha cincha estará sujetada a las tablas del mismo, pero deberé de ingeniarmelas para enebrarme cosa que veo bastante dificil, pero que prefiero resolver una vez estando colgado.
Cuando definitivamente me solté para iniciar el experimento, noté que la altura del puente era menor a lo calculado pués mis cabellos rozan el agua, pudiendo ver la curva con mejor claridad que estando arriba.
Unas olas macanudas que pasa acaricia con su lomo el mentón, limpiando mi rostro del sucio carbón, calculo, producto de la mandíbula tan relajada, por estar yo rompiendome el alma para colocarme como lo predije.
En definitivas logré alcanzar agarrar la cincha,
y pudiendo pasar por el espacio asignado cumplí el objetivo de colocarme como lo prometí.
Ahora queda por cumplir la ultima voluntad que es la de pescar una Trucha, y en un latón también colgando cocinarla utilizando alcohol fino y un poco de hojarasca.
Pero considero que será mejor aguardar hasta que pase la noche y vuelva la claridad del nuevo día,
mañana sabré como resolver está prenda que soñé,
lo que es hoy, con lo cómodo que me siento de esta manera, creo que como un bebe dormiré sin inconvenientes. Pero aunque solamente veo su reglejo en el paisaje, por la intensidad de la luz que desparrama, diría que la luna esta fatal de hermosa. Si hasta dan ganas de continuar viviendo para seguir admirando con el ser, su blanca figura iluminar las noches tan estrelladas.
De pronto escucho que se acerca un hombre a caballo, luego deteniendo la marcha en el centro,
justo donde estoy apostado, el jinete,
con linterna en mano, desiende y comienza a orinar, salpicando mi espalda de gotitas que pasan por las endijas, pero a reglón seguido el equino imitando al forastero comienza a largar un chorro interminable de oloriento pis, que terminó por empaparme el cuerpo entero.
Luego, ignorando mi presencia por la natural oscuridad, haciendo rechinar tambores continuaron la marcha.
Traje conmigo un bolso con los pocos elementos que necesito para concretar el juramento.
Hasta me he dado el lujo de traer sal y un limonsito.
Aunque luego de cumplida la ultima voluntad,
cuál condenado a la silla eléctrica,
si es que puedo, con una daga del ejército Argentino, perforar mi vena aorta para así desangrarme, y como último aliento ver correr el rojo liquido irse con la correntada.
Cuando empezó a clarear tiré en linea recta la tanza con el señuelo, haciendo como una zaranda, para batir el anzuelo, pero no consiguiendo ninguna respuesta del otro reino.
Pero pasan las horas no pudiendo sacar ningún pescado, ni siquiera viendo azomar un lomo;
solamente he visto hojas pasar, olas y espumas regodearse con el flujo de la silenciosa naturaleza.
Solamente viendo el agua correr y escuchando el sonido de variados pajaros que parecen ahuyar como lobos hambrientos.
A eso del mediodía, una trucha se enganchó tragandose la mosca hasta el fondo.
Con suerte porque son de escaparse,
como todos aquí, muerto de hambre,
igual pude subirla luego de tener que lidiar con un fantástico péndulo que se forma con la cuerda y el peso en movimiento, pero cuál aparejo con roldana levanté la presa de a poco evitando brusquedades, con mi muñeca acompaño sus movimientos para aplacar los chicotazos.
Para sacrificarla tuve que golpear su cabeza contra el borde del puente.
Inmediatemente la limpie de escamas y viseras,
poniendola a cocinar en un horno que inprovisé cuando estuve tranquilo.
Siento que se acerca el descenlase, pués voy por los últimos bocados, y ya no queda limón.
No siento miedo de morir, unicamente un sabor amargo en el alma.
En definitivas, haciendo un balance también final,
arrivo a la conclusión de que he sido un hombre bueno que no desea hacer el mal, ocurre que fuí perdiendo capacidad de respuesta, de reacción,
quizá por tanto autocensurarme pués de joven era en extremo impulsivo, agresivo, vehemente.
Entonces fué que siempre intenté ser comprensivo, una buena persona, pero ahora observo que esa actitud me jugó en contra, una mala pasada, porque el destino me paso por arriba,
como quién dice: me avasalló,
y yo no pude hacer nada para evitarlo,
careciendo de oportuna capacidad para enfrentar al conquistador, compatriota invasor.
Adiós, Hasta siempre. Recuerdenme. Los voy a estar observando. Chau. Ay!.
La sangre roja se pierde de espaldas al puente,
una luz negra se apodera de mis ojos
pero aún puedo seguir pensando, recordando antiguos amores que ahora desfilan en la oscuridad de esta insipiente agonía.
fin.










Texto agregado el 28-10-2008, y leído por 234 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-10-2008 Muuuuuyyy triste!!!!... Leyéndolo tenía esperanza de un final felíz que jamas llegó... de tods forma, me gustó mucho. maribonita
 
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