Necesito un poco de limón y sal para este asunto gástrico en cuestión, porque todo esto empezó a suceder desde el estómago que no digería bien las cosas del corazón, me decía el doctor. Por supuesto no comprendía nada porque según yo todo estaba expulsado desde el punto de vista absurdo de una imagen cualquiera y no tenía porqué estar 'introspeccionando' (¿les suena bien?) a una cultura ajena. Él me decía que no era cuestión de culturas sino de sensaciones peristálticas que comúnmente ocurrían en noches nauseabundas bastante delicadas como para no hacerles caso. Le recordé, aprovechando el tema, que para mí lo único que me hace mucho mal es el vino tinto -más que el cigarro- porque incluso atraviesan por mi cabeza unas ganas obscenas de desnudar a cualquiera. El problema, insistió, no era ortográfico, sino de una cuestión de falta de estilo que deviene de ese estómago vacío y como eso me pareció ya demasiada rima para ser verdad le recordé que la lírica sigue vigente aquí y allá aunque no haya forma de remediar tremendo hoyo negro.