Escondes en tus labios los secretos
memorables de un pasado en revés;
y me ves, mujer, entre tus suelos,
conmemorando el momento en que tus senos
curvilíneen el pecado del deseo exprimido...
Aquel deseo que olvidamos hace años
entre las notas pasadas
de aquel latín endemoniado de salmos.
Y no te fuerzo pero lo deseo...
Me veo en las noches tocando tu vientre,
abrazando tu pecho,
succionando tus pedazos,
protuberantes de anhelos.
No sé porque las ansias se me confunden,
y termino incesante con el alma perdida
y el turgente sin voz.
Y te poseo...
No porque lo anhele sino porque puedo.
Porque lo sueño, lo respiro, lo siento;
y entre el yuxtaposicionamiento de los cuerpos
puedo violar tu más certero y cubierto
orificio de agua turbias.
Pero no deseo arrebatarte de ti misma...
Porque ser tú todo te cuesta...
Y entre el río olvidado
de las viejas pasiones
nadie pero tú corres desbocada
con la falda alzada
y la barriga llena
de los deseos angustiosos
que no deben ser.
Y mientras con la espalda recta
cumples, en tu mente, la amalgama
de pasiones que olvidaste de mañana
a la puerta de la Iglesia aquella
donde en otro tiempo dejaste de rodillas
la juventud perdida,
otra mujer se apodera de las carnes que deseas
y otra gime los gemidos que tu alma
angustiada de pesares incesables
se esfuerza por ignorar, debastada,
inclinada a huir eternamente
porque la mañana despertó
con tus manos arrugadas,
atadas a un rosario.
Y mañana quizás no me sientas más...
porque abré corrido hacia otro puerto,
donde no me reciba una espalda fría.
Porque tras largos anocheceres de indecencias pensadas
mi mente febril ya no puede con la angustia indeseada
de ser tu amante, tu amante clandestino
de pensares impensables.
El amante que no tocas, que no sientes,
el que escondes con gemidos cada noche
y resuelves ignorar cada mañana.
Porque la vida se me queda sin días
y la poesía sin palabras.
Pero qué son las palabras realmente,
sino el deseo evaporado de atraerte
eternamente al son de mis rítmicas alturas?
Me rindo...
No porque deba sino porque es imperativo.
No soporto soñar cada noche
con el calor del cuerpo que cubre el mío.
Y no te poseo, no te toco,
pero te amo, te anhelo
con el deseo imperioso
de lo que no se debe querer...
Te amo como el silencio ama la voz que no puede poseer;
por eso te abandono, mujer...
Por eso...
Por eso hice la maleta y salí como entré
por la puerta aquella donde otro día te poseí
eléctrica, agonizante...
Donde otro día fuiste mía...
Mía... humedamente mía. |