- Renuncio a este juego… No acepto tal vanidad.
Y creyó poder zafarse de ellos ante tan cruel argumentación.
Entretanto, eran los buitres que calculaban con exactitud la impresión de sus pisadas en el forraje, de aquel atardecer, observando su silueta en la lejanía. Ilusión, vana fantasía que se apropiaba de su entendimiento.
-¡Seguid adelante!. - murmuraba para sus entrañas.
El Prófugo, pensando adentrarse en aquellos pasajes, niega el supuesto hecho de extraviarse bajo el manto de innumerables sombras.

Un grito ensordecedor paraliza su huida, aunque no es tiempo de detenerse.
Mientras tanto, aquél conflicto, apenas empezaba a tomar forma, a partir de su huida los miembros de la tribu tomaron represalias. Burlaron las indicaciones del Jefe de la Tribu Cuicas del oeste y salieron en búsqueda de aquel personaje extraño piel clara.
Darío, el perseguido, advirtiendo que su inteligencia y cultura era superior a la de sus aprehensores con su ennegrecida túnica y bajo la enramada, decide ocultarse, sin embargo a él, desde aquel grito, el miedo lo acechaba. Su demencia era tal que podía sentir los cascos de caballos galopando y el roce de las espadas.
- No abandonéis ahora esta idea, debéis continuar. - Darío escuchaba clara y continuamente esta voz. Y decide girar danzando con el viento alternando los pasos, pasará desapercibido.
De nuevo el grito roza sus sienes, aturde sus pensamientos haciendo eco en ellos una y otra vez, cae entonces y todo se torna oscuro, nuevamente. Debe ser esa serpiente.
- Otro día Darío, Levántate para tus medicamentos.- comentaba Alba, Enfermera A1 del Hospital especialidades psiquiatritas.- Debe ser esta serpiente.- razona Darío.
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