Sabía la respuesta de antemano…

Y simplemente se tiró!
Lo mejor es que sabía nadar y justo ese día tenía ganas de hacerlo.

Es extrañamente feliz.
No sabes cuanto disfruta las tardes con sólo verle y escucharle.

El otro día hablé con el, me lo encontré juntando pedazos de estrellas.
Me contó que su voz es tan suave que pareciera que un manto de seda
envolviera todo su cuerpo, que sus labios perecen ser tan dulces que a veces
cae en frenesí casi incontrolable… pero su mente le reclama autocontrol…
su personalidad, encantadora y para que hablar de su apariencia, se quedo sin palabras.

Me dijo que es extrañamente feliz y que no debería serlo tal vez.

Abrió su bolso, tomo los pedacitos de estrellas, los envolvió en una mantita y
los acomodó cuidadosamente dentro de el, me sonrió y siguió su camino.

Me quedé mirándole unos segundos y pensé
“yo también”
[…]