El de un ciego que anhela ver para dejar de escuchar lo ruidoso que es el silencio. El de un ignorante que quiere ser escritor para dejar de ser ignorante, lo cual demuestra lo ignorante que es. El de un creyente que reza a un dios que no es el suyo para que hable con su dios pidiéndole que escuche sus plegarias. El de un niño que quiere ser mayor pero no viejo. Menos de veinticinco años, calcula. El de una mujer que no quiere encontrar a un príncipe azul, sino a un hombre al que poder convertir en su príncipe azul. El de un hombre que busca una mujer que no quiera convertirlo en su príncipe azul. El de una Bella Durmiente que, después de un año de casados, querría volver a dormirse para no tener que aguantar más al Príncipe Azul. El de un dromedario que aspira a ser camello por pura avaricia. El de un poema con nombre de mujer al que le gustaría que los demás poemas dejasen de poner en duda su masculinidad. El de un genio que desea encontrar un genio que lo libere para siempre de su lámpara. El de un pintor que despinta sus cuadros en busca de la pureza. El de un narcisista que quisiera ser otro para poder alabarse a gusto. El de un soldado que querría que el enemigo falleciese de muerte natural. El de un gigoló que desearía desear. El de el Sol que, cuando se encuentra con su amada Luna, quisiera que no lo eclipsase. El de un amor no correspondido que busca otro amor no correspondido para corresponderse, así sea siquiera por correspondencia o vía e-mail. El de Dios que quisiera ser hombre para poder morir y conocer el Infierno. El de un libro que preferiría dejarse de historias y pasar página.
Texto agregado el 27-10-2008, y leído por 176 visitantes. (3 votos)