Para que no me olvides

… los latidos se expanden
en el hueco…
hueco…
huecos…
ecos…
… el azul mutó al negro
la voz montó en el viento
y el eco…
eco…
eco…

…de mi respiración cansada
agotada de silencios

muda…
sorda…
latidos…
NADA …

La soledad del silencio
Verónica Curutchet



Solo tú sabes cuánto te amo. Tu presencia aligeró mi cansancio pero sin más dijiste adiós a las antiguas coordenadas de mi tiempo. Te fuiste y el sol se derrumbó como un lánguido reproche para impedirme el camino de regreso. Los pájaros dejaron su nido despoblando la primavera de mi jardín y las sombras de la noche entraron a la habitación hasta dejarme en la más absoluta oscuridad.

Mi cuerpo está de luto porque le haces falta como las luciérnagas le hacen falta a los campos para alumbrarlos con sus destellos. Dijimos que nuestros corazones palpitarían al mismo compás, como relojes sincronizados, como el Big Band que se yergue sobre la tierra para devorarse al infinito mar con sus exactas manecillas.

El atardecer es rojo en la antigua soledad de mis pulmones. Apenas te nombro y mis labios te maldicen como quien maldice al desierto que corroe por dentro. Tengo que salvar a la bestia, ésa que se torna en breve destello con tornasoles de amargura.

Estoy entre cuatro paredes grises, arañando los recuerdos, intentando renunciar a ti irrevocablemente.

A lo lejos escucho la música que sube por la vieja enredadera hasta mi ventana y entonces oigo una melodía de la Oreja de Van Gogh y traigo a mis recuerdos las pinceladas del otro Vincent con su perturbado pelo rojo, y entonces pienso que a pesar de su locura él nos trajo la luz, el sol, el viento, las estrellas... y las dejó aquí, en este cuarto desolado de ti. Colgado en la pared está él, mirándome, con su risa irónica y burlona de mi rabiosa desventura. Descuelgo el cuadro y palpo el lienzo de colores, mis manos cubren las pinceladas de su rostro y noto que le falta la oreja izquierda y entonces me pregunto por qué tú no fuiste capaz de concederme la derecha. Ahora sé de dónde viene la extraña tristeza de nuestros silencios.

¿Recuerdas la cajita de chocolate que me regalaste?, ¿te acuerdas que la llenaste de promesas? Ahora está vacía porque mi corazón ya no camina junto al tuyo. Acerco el abrecartas para arrancarme el corazón de mi pecho para apaciguar esta dolencia que me llena toda y con él colmo nuestro cofrecito de inútiles palabras. He dejado un profundo hueco en el centro de mí ser, una herida imborrable porque no quiero que me olvides. Corre la sangre hasta mis pies y por eso mi corazón camina con paso lento hasta ti para que podamos seguir palpitando al mismo compás.



Lady López, 2008.