había mucho silencio, tan solo los ladridos del perro, las teclas de la PC y algo lejano, demasiado como para darle importancia en este papel, o espacio blanco virtual. me dije muchas cosas en aquel silencio que no lo era absoluto sino mas bien como una imposición muy de acuerdo con mi ser y mi cola larga de personalidades pasadas. me dije que debía decir algo que valiera la pena, pero cuando te fijas en todo cuanto sucede, uno se da cuenta que todo se repite menos uno mismo... envejezco como todas las cosas, pero saber que la eternidad está cogiéndome del pantalón, me hace sentir como algo así como un Dios único y solitario en lista de espera a unirse a varias fantásticas experiencias. la noche silbaba uno que otro rayo por las escarpadas montañas del valle. un seco sonido, o un alarido de algo, me hizo sentir que no estaba tan solo. dejé mis cosas y salí a la calle. negro. negro. todo negro. escupí en la negritud. sonreí. nuevamente sonreí cuando algo sonó como una campana que hizo resonar hasta mi alma. ¿qué es eso?, me pregunté cuando dos señoras gordas y totalmente desnudas, mostrando kilos y kilos de rollos de grasa se acercaban, como rodando, hacia mi casa. tenía ambas una campana y una antorcha en cada una de sus manos. las miré bien y noté que una muchedumbre de ojos las escoltaban... ¡son almas penando!, pensé y grité sin mucho ruido. iba a entrar a mi casa pero todo había desaparecido como si nunca hubiera estado. quise correr en aquella oscuridad total pero algo me cogió de los pies. dos manos enormes y blancas me levantaron como si fuera King Kong y su gringuita. ¿qué es esto?, pensaba cuando la mano empezó a levantarme y mostrarme que estaba sobre una multitud de seres extraños con ojos brillante acompañando a las dos enormes gordas desnudas y con campanas y antorchas sin saber hacia el lugar hacia donde iban... miré las manos y noté que tenía un reloj negro, igual al mío. ¡pero si es mi propia mano!, me di cuenta. me fijé bien y pude ver mi cara enorme que me llevaba hacia un lugar lleno de muebles enormes y con muchos instrumentos musicales. mi yo enorme me puso sobre una mesita de cristal y se sentó sobre una silla y empezó a tocar una bella melodía que me hizo dormir sin parar... abrí los ojos y me hallaba sobre muchos libros y mi PC encendida. la apagué y me arrastré hasta llegar a mi vieja cama. todo estaba negro, oscuro cuando apagué la PC... llegué a mi cama y me puse a dormir. no soñé, tuve mucha suerte, mucha suerte de no soñar...
san isidro, octubre de 2008
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