| Silencios de Rosario
 
 
 
 Ciudad noctambula, que todo lo contempla
 
 porque nunca duerme, con luces esplendorosas
 
 de trazas de ebano, con mantos adherentes
 
 que todo lo cubre, disimulando, lo que puede.
 
 Pero allí abajo, entre bolsas negras y cartones entibiados.
 
 Los mendigos y perros, construyen palacios ennegrecidos;
 
 chorreando insatisfaciones y pobreza,
 
 forjando un mañana incierto,
 
 Con cinturones apretados hasta las costillas.
 
 
 
 
 Besas el cause del río manso, expulsando en él
 
 lo fetido, impurezas del mal que a la mar descargas
 
 purifiando la solidaridad de aquellos que gimen de placer
 
 con ese pasado y un presente de abandonos voluntarios
 
 mostrando un profundo paisaje de pobreza que duele
 
 que no se va, por más gomas quemadas que haya.
 
 
 
 
 Ciudad de pobre corazones, de seres que se abortan
 
 en la peatonal, mirandose entre si, que en procesión peregrinan
 
 hacia la catedral intentando no darse cuenta,
 
 lo que por debajo de sus narices contemplan.
 
 Y los silencios llenan la noche de la ciudad que vigil espera. Saciar lo insipido que emanan los corruptos
 
 Y la suave briza lleva y limpia,
 
 para volver a comenzar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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