Voraz instinto
que al llamado acude,
lo natural implícito.
No hizo falta nada más
y comenzó...
pero la voluntaria irracionalidad
logró doblegar al animal.
Los objetivos y la cobardía
socavaron la esencia del ser.
Y ahora, los llamados
se acallaron para siempre.
Sólo queda el olor del deseo
y el delicado roce
de las hojas caídas;
que pasan, cerrando el capítulo.
Texto agregado el 25-10-2008, y leído por 70
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
25-10-2008
como dirian otros: que buenas imagenes tiene tu poema. almenos no sé quedará pensando en lo que pudo ser. jamm
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