H. estaba sentado en una mesa redonda para dos. Esperaba a Q. que había ido al baño para lavar su cara y manos como era de costumbre siempre al entrar a consumir algo en algún lugar. Una tierna y bajita chica los atendió a los minutos de haber llegado, el lugar parecía algo deshabitado pero bueno para pasar el rato después de la tensa jornada policiaca.
- Así que gemelas, ¿cómo no se ocurrió antes? - decía Q. mientras colgaba su chaqueta y paraguas en el respaldo de su silla - Esto es bastante raro H., debe ser alguna trama de los "viejos" de arriba. ¿No crees?
- Sí, podría serlo, pero es por eso que te llamé a ti, eres de esos policías que tienen buenas predicciones y se adentran bastante en una investigación y más aún, en las de este tipo. - H. mantenía en movimiento un cigarrillo encendido y el whiskey con hielos con la misma mano, de forma circular - De todas formas Q., debo decirte que no empezaremos temprano con especulaciones ni con falsas informaciones prediseñadas. Debemos actuar bien esta vez.
H. hablaba de la última vez que trabajaron juntos, un doble asesinato en el mismo hotel en habitaciones vecinas. La investigación se alargo lo suficiente como para hacer dudar a los mismos policías en cuestión de a quién perseguían realmente. Lograron capturar a uno, que al tiempo supieron, declaró ambos homicidios, pero todo había sido una gran farsa, el tipo en la cárcel no era el asesino, ni si quiera un delincuente, era, como en esos tiempos se decía, un ratón de barco: gente manipulada por los mayores controladores de la mafia y el bajo pueblo, que por unos cuantos billetes lograban convencer hasta la policía, en este caso, de haber cometido una fechoría. Q. y H. habían caido esa vez. Supieron después de largos años que de hecho no era uno el asesino, sino dos. Hermanos.
- ¿Tienes hora H.? - Q. miraba a las murallas tratando de encontrar un reloj y rascaba su cabeza un tanto nervioso.
- ¿Dónde irás al salir de acá que te preocupa tanto la hora? Relájate, aún no estamos haciendo nada que tenga que mantenernos a raya de disfrutar estas instancias de amistad. Es más y lo sabes que hace cuatro años que no nos veíamos y mira lo que nos viene a unir otra vez, pequeño amigo. - H. sonreía bajo el efecto del licor y levantaba el vaso en son de un ¡salud! - ¿Cómo está tu hija? ¿La tienes estudiando ya?
- Ehm, sí, está en el colegio del centro, tiene buenos compañeros, uno es hijo de N. y Z, ¿los recuerdas?
- Por su puesto que los recuerdo, Z. debe estar encantada sabiendo que se casó con un hombre tan inteligente como N., me alegro saber que están bien.
- Sí, yo también creo lo mismo, y que bueno también que hayamos podido volver a vernos después de todo lo que pasó. - Q. recordaba momentos de joven, cuando corría en campeonatos atléticos y N, uno de sus amigos, no faltaba ninguno de los sábados para alentarlo, hasta el día en que Q. fue centro de una misión de los "viejos", recibió un balazo en una de sus piernas, liquidando toda ilusión futura del ya ex deportista. Ese día, N. faltó a la práctica. - Ya han pasado más de 10 años, y ya me estaba pareciendo un poco inquietante el que a ti no te haya visto en cuatro de esos años. ¿Dónde estuviste?
- Larga historia, chico. Te diré que sólo hice cosas para que hoy estuviesemos en este caso después del error. Y es por eso Q. que te pido no nos adelantemos en nada, con calma por las piedras, como mi amigo tu padre lo decía.
- Sí, entiendo.
La cara de Q. cambiaba drásticamente cuando le hablaban de su padre. Sus ojos se profundizaban, sus cejas se fruncían en el centro y comenzaba a mordese el labio inferior de su boca tal como lo hacía cuando se preparaba para correr.
Y habían pruebas para que así fuera. Hace ya cinco años le habían dicho que su padre era uno de los asesinos del hotel que no pudo capturar. Por ende el otro era su tío, presuntamente muertos. |