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No te puedes llamar Candela en un país de puras Paulas. Eso te condena al escarnio público y a la curiosidad desbocada de los niños. Cada vez que alguien te nombre en la calle, voltearán a mirarte para condolerse por ese nombre tan tropical en un país de tanto frío.
Se conocieron en un antro de pensamiento divergente, esas trincheras de resistencia social en la que te parapetas cerca de los veinte años, cuando tienes esperanza de que las cosas serán como las piensas.
Pudo haberse llamado Andrés, o Felipe, o Serapio, eso era irrelevante ante la fluidez verbal de aquel hombre, una suerte de ejercicio flexible en el que te envolvía como si de un tango se tratase, te avasallaba, te seducía, se ponía violento y luego amante… Captó toda su atención desde la primera vez que lo vio, antes, mucho antes que le dijera con todas sus letras “Pendeja puta, déjame tranquilo” y diez minutos después la hiciera orgasmar mientras la masturbaba sentada encima de una edición de lujo de Rayuela (Cortázar no podría haber estado más feliz).
Y ese día fue miércoles.
Renzulli la miró una vez y creó con ella su teoría de los tres aros, sólo lo hizo para terminar de hacerle la vida doble y a cuadritos (¡sobredotada, y encima llamarse Candela!).
-¿Que qué me miras te pregunté? –dijo, dejando caer la mano que antes había estado levantada sosteniendo sus palabras.
-Sólo te observo –le contestó con dulzura.
Miró alrededor de la mesa con incredulidad y fastidio:
-¡Lárgate! No tengo tiempo para atender minas.
-No, no me voy. Yo sólo te estoy mirando. Te elegí para mí. –más dulce aún.
-¡Pendeja puta! Déjame tranquilo –vociferó alcoholizado.
Esto sólo provocó las risotadas que pueden haber en un grupo de insurrectos estudiantes de historia de últimos años, cuál más, cuál menos, casi todos eran ya unos profesionales de la interpretación histórica. Y ella era Babilonia.
Evadió los asientos hechos con trozos de tronco (la rusticidad del lugar es sin duda relevante para ser un insurgente, no se puede serlo en algún lugar que se autodenomine Coffee & Lunch o algo similar), la tomó del codo, sin cuidado y la empezó a sacar fuera de ahí. Al pasar por la oficina de Alejandro, llena de los libros que eran lectura obligatoria si eras sedicioso, la empujó dentro y empezó a besarla, con más pasión que la que ella había presentido en esos labios finos.
Tomó entre sus dientes el labio inferior de Candela y lo sorbió con ganas, atrajo hacia sí su cuerpo haciéndole sentir lo que ella ya adivinaba, sin soltar jamás su boca y su lengua exponiendo todos los recursos eróticos de su adolescencia tardía. Cuando ya la había besado mucho, la sentó sobre la mesa, encima del libro que Alejandro leía por decimoquinta vez, mientras le susurraba cosas calientes por el cuello y la tocaba enajenado.
Cuando ella ya se bajaba el vestido, más preocupada que se le notaran arrugas en la tela de que alguien hubiese escuchado sus gemidos, él le dijo desafiante: “Volveré a probar tu boca de burdel”. “Ni lo sueñes” alcanzó a decirle ella mientras tomaba el morral, y escapaba. “La que te elegí fui yo”, dejando de recuerdo una carcajada infantil.
Salió a alcanzarla a la calle, pero ya se había perdido. Regresó a la mesa a la discusión caliente respecto al imperialismo norteamericano, hizo un par de aportes nada relevantes, poco lucidos para su estilo rimbombante y libertario; uno de esos discursos simplones que cualquier chicuelo concientizado puede hacer.
-Usted, compañero, ha perdido la convicción!
-No, huevón, he perdido algo más que eso.
Se paró y se fue sin despedirse.
Y vio Dios que era bueno. Y fue el anochecer de ese día y la madrugada del siguiente.

Texto agregado el 25-10-2008, y leído por 1242 visitantes. (27 votos)


Lectores Opinan
07-03-2020 Muy bueno. gallegodehaedo
28-09-2013 Ja.. exelente, escritora, exelente, felicidades. heisenhen
22-08-2012 Interesante la forma que asumes la historia, muy intimista y coloquial. chara
29-03-2012 Exelente...Y la ultima frase para el bronce...o para imaginarse lo in explicable.***** pantera1
23-09-2011 Joder... Potente, bueno, contundente en todas sus líneas ... Me ha gustado muchísimo ... El contexto, la intensidad, el fuego, el ardor, con unos pasajes de antología ... athelstane
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