Fragmento de desesperación.
Acabaste con mis ganas ¿y qué te reclamo?, ni un sofá, ni una cama, ni una noche, ni siquiera el tiempo. Lo único que te pido a cambio es que no me hables, que tenga un día siempre para despertar y pensar a solas qué será de tí, así, sin respuesta, porque no quiero saberte ni oirte ni verte: el silencio sería mucho para odiarte. Si comprendí que querías estar solo, no trates de comprender ahora porqué me siento así. No tengo ganas, mi lugar no es la distancia, ni el decir jajajá, jijijí. Ódiame de una vez, olvídame, que yo ya no tengo ganas de intentar nada afuera: mis caricias se quedaron todas contigo, mi piel en tu cama, mis ganas en ese mismo sofá, mis recuerdos en el pasillo, en las calles, incluso debajo del tapete sucio, y qué puedo dar ahora, ¿un regalo de bienvenida?, no. Déjame patalear, déjame sentir que no puedo con todo esto, que te tengo que desahogar y que con esto basta.
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