Zalamera.
Neruda, ¡Universal y Chileno,! como la zalamera, siempre comprometído con el pueblo.
I
¡Oh! Zalamera,
vienes naciendo tenue,
sutil clamor de la madrugada,
verde tapiz de ensueño,
te vas enredando
en los sauces desnudos,
y arrancas de mí alma
profundos suspiros
de hambre de besos.
II
Ya comenzases,
a envolver con tu aliento tibio
la noche perfumada,
has vuelto con tus pinceles
a pintar las oscuras
enredaderas de la tarde.
Sobre tu cielo embellecido
cruzan en ráfagas
las aves que guardo el invierno.
III
La brisa loca penetra,
por la nariz del pueblo,
y cual molino entra
por los vacíos cuerpos,
tienes un mismo color,
para todos lo ojos,
y te desgranas como la noche
limpia del desierto.
IV
Te amo por los que
no te sienten,
te amo por el tosco gesto
de las bestias,
del paralítico postrado
y del hombre afanado
en el fondo de la tierra.
V
¡Oh! Zalamera,
dejará el pueblo de comer
las secas hojas del invierno
y el verde musgo de
las negras fonolas,
el roto con su mujer
y sus cachorros
comerá el blando tallo de los árboles,
sacará el sol su podrido camastro
y con nuevos bríos
verá caer la tarde.
La temprana luz del alba
le irá empujando a buscar trabajo,
en el crepúsculo
comerá la verde fruta
y dirá mañana tal vez
para sobrevivir en su fracaso.
VI
En los floridos parques
jugarán algunos niños,
y los otros
jugarán en los zaguanes,
irá la enorme pelota azul
de mano en mano,
y la roja pelota de trapo
de charco en charco;
las blancas manos atraparán mariposas
y las negras colorados del barro.
En el camino el polvo
dejará su suave huella,
como la tuya en el corazón
del pueblo.
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