- Debo reconocer que la conocí - le dijo H., sin mirarlo a los ojos -La conocí bastante, recuerdo que me encendió un cigarrillo que tenía en la boca, aspiro el humo que boté, abrió sus ojos y cuando yo cerré los míos, ella se marchaba camino a ese bar. No la seguí, eso es todo lo que tengo camarada.

Q., el pequeño cojo ex deportista, ahora policía de investigaciones, tomaba nota de cada detalle de H, sin mirarlo, reservándose juicios de análisis visual.

-¿Qué sucedió? - preguntó Q., de reojo mirando los zapatos bien lustrados y la punta del pantalón que llevaba bajo ese abrigo H. - ¿Se retiró? ¿Se fue a su casa, detective?

- Me fui a un café, me serví un spresso y ahí estaba ella.

- Entiendo, pero ¿no dijo que se fue a un bar?

- Sí, he ahí el problema, eran dos.

- Gemelas... - Q. sintió el no haberlo previsto - Entonces fue ahí donde esuchó el disparo.

- En efecto - H. apagaba su cigarro y arreglaba su sombrero - Saliendo después del spresso, y acá me tiene Q.

- Gracias Detective. - estiró su mano en agradecimiento y con la otra ofreciéndole la tarjeta de presentación - Comuníqueme.

- Lo haré, pero por esta noche, no tarjetas... Vamos por unas copas Q.