Me levanté, tarde otra vez, pensando en el poder ser algo mejor, sentirme bien conmigo mismo y encontrar la felicidad, mi felicidad.

Me vestí sin bañarme y lo reconozco, sucio comencé a cantar y recordar tiempos en los que sentía que algo me faltaba. Me fui al baño, me lavé la cara y me vi al espejo.

Y ahí estaba, todo lo que buscaba estaba ahí, en esa imagen del otro lado.

Fue en ese instante cuando la pregunta salió de la boca de quien miraba:

"¿Eres feliz?"

y la respuesta retumbó en mi cabeza como tambor.

"Hoy, sí..."

Saldré a la calle y miraré las caras ocultas de esta ciudad, caras desconocidas y una que otra conocida. Prenderé un cigarrillo y por primera vez, en mucho tiempo, sentiré el miedo en los ojos de mi enemigo: la desilución.

Fue entonces en ese momento, cuando H. ya no buscaba a P.
Buscaba otra letra en un mar de palabras.