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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El alegre, el triste y la que murió cincuenta veces (2)

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SEGUNDA PARTE


Desde entonces, Juan y su perro recorrieron todas las comarcas que sus pies les permitían. En donde hubiese un grupo de personas, allí se detenían y comenzaban su espectáculo. Su afán, no era sacarles dinero a quienes no lo tenían, sino enseñarles su espectáculo y reír con ellos. A cambio, recibían agua fresca, pan y una que otra golosina.

Pero, al parecer, la alegría es un don que Dios proporciona al hombre en dosis justas y dado que Juan Fanfarria había abusado de ese atributo desde sus primeros agús, ahora sentía que todo comenzaba a parecerle gris. Como no disponía de recursos, se vio obligado a mendigar, pero, la gente lo miraba con desprecio y le negaba la caridad. En vista de ello, intentó sus maromas y pasos de baile, pero todo le salía desmañado, sin gracia, falto de alma. Sin embargo, Luis, su perro, conservaba su histrionismo y era él quien se ganaba el alimento para ambos.

-¡Vida perra!- se quejaba Juan Fanfarria y ante estas palabras, su perro lo miraba de soslayo, sin atinar a comprender porque Juan emitía tan desatinada expresión, en circunstancias que el se consideraba un perro afortunado. Aunque, su alegría también sufría merma, al ver a su amo en tan penosa situación.

León, el triste, un tipo flaco como una vela, de rostro macilento y andar desganado, era el perpetuo invitado a cuanta ceremonia fúnebre se realizara y vagaba por las soledades,
en compañía de un cuervo, tan negro como sus vestiduras. Quiso el destino que el luctuoso personaje se topara con Juan Fanfarria. Como era costumbre en esas regiones, ambos desenfundaron sus sombreros y se saludaron con cortesía. Luis, el perro, le mostró los colmillos a Pepe, el Cuervo y éste, lanzó un estridente graznido.
-Veo que se dirigen a un funeral-dijo León, el Triste. ¿Me permiten acompañarlos?
-¿Por qué cree usted eso?- replicó Juan Fanfarria.
-Basta mirar su rostro para ver la pena más profunda que jamás haya yo visto. ¿Acaso falleció un familiar muy querido?
-No. Usted se equivoca, pero, pensándolo bien, es muy probable que el mecanismo que me brindaba alegría, se haya destruido por completo y ahora, yo sólo soy el cortejo de mi propia pena.

Y después de detenerse a conversar, Juan Fanfarria le contó a León, el Triste su drama. Éste, por su parte, le narró su historia. También él había saltado de las manos de la matrona y sin que ella le hubiese palmeado el trasero para invocar su vagido, él se acojinó junto a su madre y se largó a llorar con una desolación que sólo podían manifestar quienes cargasen con una larga existencia de penurias.

Convinieron, por lo tanto, en formar una sociedad del llanto, plañideros eficaces, siempre dispuestos derramar todas sus lágrimas por cualquiera que yaciese en su sarcófago.


(Concluirá)











Texto agregado el 23-10-2008, y leído por 215 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-10-2008 No le hagas caso al amigo Marxtuein, Gui. Me largo a leer la conclusión. galadrielle
24-10-2008 Ya, por favor, por favor ya, que no continúe! Un suplicio. Yo también tenía una mascota para recorrer la comarca, pero era un changuito cagón y por eso lo despedí.(continuará) no, no, por favor que no continúe! marxtuein
 
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