Eramos pergenios dos bocas rosada y roja una greña al viento un par de tijeras una nube inmensamente blanca. Eramos jóvenes no podíamos comprender la diablura ni presentir aquel coro de arpias que cantaban en el púlpito sagrado. Eramos mosos y nos desvetíamos dulcemente semejantes a píndaros o druluítas recortados sobre el tapiz de flores en el cuarto de servicio.
Texto agregado el 22-10-2008, y leído por 175 visitantes. (3 votos)